*El Conjunto Santander recibió con los brazos abiertos al argentino, quien recorrió su trayecto sonoro de más de 45 años
Una piedra angular del rock latinoamericano es, sin duda, Miguel Mateos. El primer argentino que conquistó todo el continente, regresó a Guadalajara para demostrar su vigencia. El motivo fue su primer concierto en el Conjunto Santander, en la Sala Plácido Domingo, la cual se vistió de gala para recibirlo.
A las 20:45 h, los músicos que lo acompañaban—Alejandro Mateos (baterista y hermano de Miguel), Juan Mateos (guitarrista e hijo de Mateos), Ariel Pozo (guitarrista), Leo Bernstein (tecladista), Charlie Giardina (bajista), Alejo Van Der Pahlen (saxofonista), Alejandro Martín (trompetista) y el trombonista mexicano Ulises Chapult—, se plantaron en el escenario con una introducción. Segundos después, el bonaerense representante del Rock en tu Idioma salió a instalarse al centro, envuelto en una chaqueta con brillantes, lo que despertó la ovación inmediata.
La controversial “Tira para arriba” fue la primera pieza, la cual sirvió para contextualizar la dictadura que vivió su país en los años 70 y, a pesar de ello, ofrecer un mensaje de calurosa bienvenida.
1986 marcó una etapa importante para el cantante: su obra maestra Solos en América vio la luz y, al cumplir el próximo año cuatro décadas, fue motivo suficiente para iniciar el festejo con “Mi sombra en la pared”, incitando a todos a levantarse y a moverse.
«Sentados, hermanos y hermanas, bienvenidos a la ceremonia. Esta noche vamos a complacerlos, así que déjense llevar«, fueron las palabras de Mateos, quien prosiguió con “Perdiendo el control” y el cover “The Power of Love” de Huey Lewis and the News.
Los clásicos no paraban: “Llámame si me necesitas”, al ritmo de las palmas de todo el aforo, y “Si tuviéramos alas”, canción con la que Miguel ha casado a parejas, fueron los siguientes emblemas.
Después, tomó la guitarra acústica para entonar “Y sin pensar” y sentado en el teclado declamó “Mundo feliz”.
«Este ritmito se lo robé a Bad Bunny«, bromeó al iniciar “Un gato en la ciudad”, en la cual incitó a que le imitaran una coreografía también robada del «Conejo Malo», entre risas.
Su canción favorita de los 80 fue la célebre “Everybody wants to rule the world” de Tears for Fears, la cual sonó como el mejor de los tributos.
El momento emotivo se lo llevó su saxofonista al iniciar la melancólica “No es tan fácil romper un corazón”, la cual desató el «Oé, oé, oé, Miguel, Miguel» de los presentes.
La decisiva “Malos pensamientos”, la manifestante “Lola” y la nueva versión de “Hagamos el amor”, fueron la siguiente tercia que mantuvo el ánimo en su totalidad.
En la parte final fueron inevitables los clásicos “Atado a un sentimiento” y “Obsesión”, pero definitivamente el encore con “Cuando seas grande”, antecedida por emotivos mensajes por parte de cada uno de sus músicos, fue el clímax del encuentro.
Mateos logró un show bastante interactivo; tal cual sacerdote, supo llevar la ceremonia del rocanrol y eso se notó en la respuesta del público.
Texto: Eduardo Roel Fotos: Diego Rodríguez