Texto: DAVID MELÉNDEZ
La magia sonora alternativa colombiana, pocas veces puede jactarse de llegar a Guadalajara por partida doble.
Lo de Pedrina y Río junto a Esteman (en el intimista espacio del Teatro Vivian Blumenthal y dentro del ciclo Miércoles Alternativo), fue un hecho histórico para Guadalajara por donde quiera que se le observe.
De antemano, los que no fueron pueden permanecer tranquilos a la expectativa de que, volverán ambos grupos colombianos a visitar el terruño tapatío, a sabiendas de que, por más que lo quieran negar, se les fue la oportunidad de constatar en el presente obligatorio que quizá, sólo quizá, no hayan admirado un par de eximios proyectos sonoros en estado molecular antes de que tomen forma corpórea y escriban una leyenda; vaya, la que ésta sea o se logre.
Para arrancar, el dueto colombiano de Pedrina y Río es experiencia nata de sorpresa y empatía. Su pop alternativo prácticamente se desmenuza en el oído y se torna mágico como los primeros rayos del alba. Es gozo puro saber su sencillez sonora (una batería híbrida, de lo electrónico a la percusión llanera; el trombón sin mayores fuegos artificiales; la voz cándida a manera de emoliente para sortear cualquier reticencia del tímpano, y una guitarra rítmica macerada en acordes básicos y al servicio de fungir como soporte esencial de cada canción), porque así cualquiera se da cuenta de que exudan sinceridad y lo suyo es retratar la condición humana primaria de cada persona.
Su directo fue de subidas al Olímpo de la euforia y caídas al abismo de la introspección. Atacaron los temas de su disco debut, Canciones Sin Ropa, con desparpajo y más tiradas a la algarabía con golpeteos rimbombantes en ritmo. Pedrina fue toda amor y Río timón completo de las seis cuerdas y el rasgueo pirado para arrancarle a las extremidades pasos y aspavientos de baile.
Arrancaron su directo con un bombástico cover de “¿Por qué te vas?” de Jeanette, con el trombón siendo una bestia de ritmo y atracción. De ahí se envolvieron en bossa nova ecléctico (“Serás”), folk pop alebrestado (“Cortejo”), híbridos de cadencia despresurizada (“Malo”), hasta finiquitar la noche con una versión guarra de “Enamorada” (su éxito imponente); vaya, la guitarra fue más contundente, la batería adhirió otras tonos percusivos y Pedrina hasta pasó el micrófono a los asistentes para que cantaran el coro de la canción. Además, la alargaron para que el clímax fuera digno de una explosión volcánica. Claro, el grito de “otra” fue estruendoso y cerraron con la acústica atrapante de “Quisiera”, un vals melancólico para jamás dejar de amar.
Ahora bien, la cosa con Esteman fue de descubrimiento y locura. Al lado de su banda —Juanita Carvajal (bajo, segunda voz y una bomba para tocar su instrumento), Pablo Escallón (guitarra), Juan Camilo Molina (batería) y Tefi Bell (teclado, melódica y xilófono)—, son una maldita locomotora que sube cualquier montaña en un santiamén. Presentaron en su mayoría su segunda placa, Caótica Belleza, pero hubo momentos para ir y venir por su corto pero cadencioso repertorio.
Esa mezcla tan suya de balada, disco, pop, folk andino y hasta vallenato insurrecto, en verdad que se potencia al cuadrado en directo. Aunque hubo momentos memorables de su set (como en “Como vez primera” o “Caótica belleza”), la locura llegó con esa versión de “Baila”, con más gancho disco y que puso a bailar hasta las propias butacas del teatro. Incluso rifaron un disco compacto al que se subiera y le siguiera los pasos a Esteman, cosa casi imposible pero el intento lo hicieron varias chicas y un chico.
Larga vida celestial a Esteman y Pedrina y Río.
Fue un gusto tenerlos en Guadalajara, tan cerca y presumiendo su encanto sonoro.
