Texto: MATÍAS MIRANDA
La foto que encabeza este escrito, resume lo que hace Lila Downs en vivo: atrae el cariño y admiración del público.
Y la cantante oaxaqueña saber dar y recibir esa efusividad tan especial que provocan sus canciones. En su visita al Teatro Diana, la talente de la noche fue el aplauso y el montón de regalos que los asistentes le entregaron; incluso por ahí se coló un pastel y una caja con moño que generó el clásico grito de «que lo abra/que lo abra».
Además, aparte de repasar brevemente su discografía, presentó su más reciente placa Balas y Chocolates y despachó infinidad de nuevas canciones. También se animó con esos cóvers de temas clásicos como «Vámonos» de José Alfredo Jiménez y el «Cucurrucucú paloma» de Tomás Méndez.
La noche arrancó con «Una cruz de madera», para enrolarse con «Humito de copal», dedicada a los periodistas que están muchas veces en la línea de fuego. Enseguida, la noche comenzó llenarse de ritmos caribeños, sones, hapangos, vocalizaciones con alma rap, rancheras mercadas con bossa nova y una infinidad de géneros que Lila Downs sabe unir y repartir entre cada una de sus composiciones, sin jamás sentirse menos por mezclar géneros y estilos.
«Balas y chocolate», «Cuando me tocas tú», «Dulce veneno», «La farsante», «Vámonos», y «La promesa», fueron parte de un set list diverso y que en verdad hizo vibrar al Diana de abajo hacia arriba. Además, Lila hizo que todos se levantaran de sus asientos y le quitaran formalidad a la noche porque ella quería fiesta. El detalle chusco lo puso con su tema de «La burra», dedicado al poco querido Donald Trump, lo que generó diversas risas de complicidad entre los asistentes.
Lila Dows sigue siendo consentida de Guadalajara.





