Texto: DAVID MELÉNDEZ
Y todos caímos al abismo con ese rasgo obsecuente que cuando te posesiona, dejas de estar consciente.
La primera jornada del Índica Festival en C3 Stage, fue magia y ensoñación porque, aparte del excelente cartel, estuvo presente también el público correcto, ésos melómanos de la vieja guardia de Guadalajara que hacen acto de presencia cuando una leyenda musical pisa el terruño tapatío y dejan sus actividades de la rutina diaria escondida en el primer clóset que se topa con su andar. Además, las nuevas generaciones aportaron su granito de arena de atención ante la leyenda y peso de Peter Murphy, lo que dio una atmósfera relajada pero llena de expectación.
Después de las 20:30 horas, el escenario fue tomado por Marlento y, enseguida, Dolphant hizo lo propio. Mientras que el primero ya es referente sonoro local y nacional (mostrando su depurada melancolía con ese chapoteo sobre oscuridades y quebrantos del espíritu), los segundos son una novel banda de jóvenes que están generando la mejor de las alegrías, gracias a ese sonido pulcro e intrínseco en guitarras, donde lo alternativo tiene un carácter de crucigrama y laberinto, porque saben darle al escucha una montaña rusa de emociones sutiles que, simplemente, hacen vibrar las entrañas. Aunque su canción «Personal ghost» ya es un clásico, la dejaron descansar en esta ocasión para su set durante este primer día del Índica Festival.
Enseguida, el primer plato fuerte y denso de la noche: A Place To Bury Strangers. Lo suyo fue un tsunami de ruido modulado para ensordecer hasta al temple más caritativo. Aunque muchos critican la propuesta de este trío neoyorquino (en parte porque su más reciente placa, Transfixation, recibió infinidad de malas reseñas en la prensa especializada), sus directos siempre son lotería ganada sin comprar boleto. Vaya, tocan el primer acorde y lo hacen como geisha sin maquillaje ni modales, esparciendo disonancias a mansalva y coqueteando con el desorden melódico. Sí, APTBS es shoegaze pero en estado esquizofrénico, con mucha destreza para las texturas que mutan del noise rock al new wave fangoso y con un sonido nada trasijado sino hinchado de potencia y músculo. ¿La hecatombe de su presentación? Cuando Oliver Ackermann y compañía se bajaron del escenario para realizar esa especie de happening sonoro mezclados entre el público que pudo tocar sus instrumentos, cuerpos y sentir su sudor casi colándose por cada tímpano y poro.
Y, bueno, al salir a escena Peter Murphy la brecha de las emociones se hizo barranco. Acompañado por los músicos Emilio China (violín/bajo) y del guitarrista neoyorquino John Andrews, presentó su sesión Stripped, desnudando sus canciones a la forma más básica. Quienes iban con el sueño de escuchar éxitos como «Bela Lugosi’s dead» o «Cuts you up», tuvieron que terminarlo en el acto porque, aunque hubo espacio para cortes de su banda madre, Bauhaus, Murphy brindó un directo balanceado (com material de siete de sus diez discos en solitario) y con muchas sorpresas detrás del telón, como ese cover de David Bowie, «The Bewlay brothers».
A destacar esa voz eviterna de Murphy, incólume que no se acaba ni parece presentar fisuras ni debilidad alguna ante el paso inexorable de los años. También, ese trío de canciones unidas de Bauhaus —»King Volcano», «Kingdom» y «Silent Hedges»—, que desató la nostalgia e histeria, al igual que con «Strange kind of love» (sublime) y «Marlene Dietrich’s Favourite poem», dos cortes de amor melancólico y que en este formato básico enchinaron la piel con el terso rumor de lo inesperado.
Y, bueno, ese encore con esas tres tristes canciones lúgubres de Bauhaus y a un paso de la decadencia oscura, donde estuvieron las dos primeras partes de «The three shadows» y el cierre tétrico con «Hallow hills», triturando cada ventrículo y haciendo que el corazón sufriera una epistaxis sin control.
La primera noche del Índica Festival fue profícua y legendaria.








