
Texto: DAVID MELÉNDEZ
Fotografía: DIEGO RODRÍGUEZ COVARRUBIAS
Los recuerdos son básicos para saltar décadas y poderlos rememorar con alegría y cierta melancolía.
Aquel concierto mítico sobre el escenario del extinto Río Nilo en 1997 cuando Mi Banda El Mexicano ofreció un directo por demás apoteósico, donde se despidieron interpretando “Ramito de Violetas” y pidiéndole al Respetable un “silencio” para que “gritara” si deseaban más música y soltando esa programación y sintetizadores tan sui generis y que hicieron que el Río Nilo casi se colapsara bien y bonito.

Ahora, a casi 20 años de aquella grata memoria musical, Mi Banda El Mexicano regresó a Guadalajara para ofrecer dos fechas vendidas en su totalidad, juntando más de dos mil 500 personas en 48 horas para dejar en claro que su gloria pasada se ha acrecentado en estos tiempos actuales. Incluso muchas personas afirmaron que Casimiro Zamudio y compañía podrían haber llenado un foro mucho más grande con la mano en la cintura.
Pero a pesar de tantos problemas legales, de tantos nuevos proyectos, la estela de energía atemporal sonora de Mi Banda El Mexicano (aunque Germán Román, otro de los integrantes que fue parte de la leyenda, haya abandonado la agrupación hace ya varios ayeres), está encarnada sobre las espaldas de las nuevas generaciones.

Lo que se vivió en C3 Stage no fue un pandemonio (se esperaba), pero todos los presentes cantaron a rabiar y bailaron con sus parejas y en soledad con una enjundia que pocas ocasiones se observan en estas remezclas de géneros populares con el sector alternativo.
Lógico fue que con “Ramito de violetas”, todo fuera jolgorio; más lógico que “Feliz, feliz” causara temblores de baile; y que toda la fuerza brotara con “No bailes de caballito” y “Mambo Lupita”.

Lo que sí hay que admirar, es que Casimiro Zamudio y compañía suenan mucho mejor que hace 20 años. Ahora se dan la libertad de extender algunas canciones, mostrarlas más rítmicas o enfatizar ciertas partes e improvisar con gallardía absoluta. Así que la technocumbia estuvo engranada y engrasada como si fuera maquinaria suiza.
Ambas noches, pasarán a la historia tapatía con esos momentos que son básicos en la psique popular y que, con el paso de los años, se volverán leyendas.





