Texto: DAVID MELÉNDEZ
Las personas sólo cambian cuando alguien cercano muere y de manera fulminante. Si no, le siguen haciendo al perdedor y la figura del payaso prosigue ad nauseam.
Cuca, con el paso de los años, ha sabido manejar su leyenda y seguirla estirando con ahínco como una liga que parece no tener ruptura. Lo cual es una noticia excelente en materia de postergar historias porque si no, este blátido habría claudicado hace lustros. Ahí está la impoluta figura de Álex Otaola, guitarrista de mil y un batallas sonoras que ha venido a inyectarle nueva vida y garra a una Cuca que pareció dersmoronarse alguna vez con la partida de Galo Ochoa. Y la presentación para su séptima placa, Semen, que tuvo lugar en el perímetro de Plaza Juárez, fue la reinvindicación de que José Fors y compañía, tienen cuerda para varios años más en esto del rock, con esta presentación gratuita masiva que estuvo patrocinada por la marca Guadalajara Guadalajara.
Pero la susodicha Plaza Juárez no es ajena a Cuca; hace seis años estuvieron ahí, al igual que en infinidad de foros abiertos de Guadalajara, como la Plaza Liberación o en aquel memorable directo de la Concha Acústica en 1996 donde se presenció uno de los mejores slams de los que hayan surgido en la Perla Tapatía, con permiso del acaecido en el Roxy con Mano Negra. Ante más de diez mil personas, los creadores de «El son del dolor» dieron rienda suelta a las canciones de Semen y las estrenaron con algarabía y furia. Claro que se repasaron la inmensa mayoría de sus éxitos, José Fors entonó con un mariachi la estrofa final de la canción de Pepe Guizar, «Guadalajara» (y hasta sacó su bomba para esparcir «agua blanca» entre el Respetable), Otaola y Carlos Avilez no pararon en exudar emoción para decantar tranquilidades. Lo mejor fue que los presentes respondieron con el slam brutal, con ese que ya casi no se en los directos de nuestros tiempos contemporáneos, ese que solamente vivieron los que tienen más de tres décadas sobre sus espaldas porque, hay que ser justos y valientes en la realidad, las nuevas generaciones no facturan violencia ni ajetreo en la nueva encarnación del slam en el rock. Es fácil constatarlo: cualquier ligero roce contra otro asistente provoca una mueca y queja, aunque estemos en un masivo donde se pueden colocar a cuatro personas por metro cuadrado. Eso sí, la guerra de vasos, condones flotando y cerveza esparcida por los aires estuvo a su máxima capacidad durante la presentación de Cuca. Lo cual resultó excelso porque Fors quería que su disco Semen cobrara vida en un aquelarre de proporciones casi bélicas. Y lo logró. Y el «arre arre» de «Arre Lulú» sonó como si la estampida humana estuviera desbocada, o el «Lero, lero» de «El hijo del lechero» fuera el mantra de la fiesta interminable.
Por otro lado, las bandas abridoras fueron bien recibidas y demostraron un abanico de sonidos emergentes con fluctuación de calidad. Abrió Rotor Proyecto poco después de las 17:30 horas con un proto funk instrumental amalgamado con metales que cruza la zona geográfica del hasta llegar al rock agreste, que provocó el primer slam y chicos volando por los aires. Luego siguió el cuarteto de Habitantes, con dardos de rock más alternativo y cierto efluvio de metal dosificado con indie, para enseguida arribar al escenario el quinteto de Ray Coyote, una banda más madura en sonido y con potencia de sobra dentro de los linderos de la distorsión. Al finalizar su set y justo cuando se despedía, su vocalista Pablo Barba se resbaló y cayó sobre el escenario mostrando una sonrisa de satisfacción y la algarabía de burla sana ante una presentación que dejó excelente sabor de boca. Para cuando Garigoles marcó sus primeros acordes, la noche estaba a punto de hervir y cada grito se convirtió en la bandera idónea para matar pasados e iluminar futuros. Y Cuca, pasadas las 21:00 horas, abrió la puerta de su nuevo devenir…

















