Texto: DAVID MELÉNDEZ
Fotografía: PAVLUSHA HANZALÍKOVÁ
Sin tropiezos, Tarja Turunen supo engarzar cada tímpano de sus seguidores, a la vieja usanza del embrujo masivo.
Sí, la ex vocalista finlandesa de la banda Nightwish se paseó sobre el escenario del C3 Stage totalmente renovada y con una notable energía fuera de borda. Aquellos tragos amargos de ser prácticamente «corrida» en 2005 de su agrupación madre le pegó a Tarja hasta la muerte, pero ha sabido levantarse del silencio y sin prisas paganas para encontrar de nuevo un nicho de mercado para su música. Con garbo y gallardía se plantó sobre el escenario y nunca claudicó ni miró para hacia atrás; es más, siempre mantuvo la emoción a flor de piel, al incitar palmas y gritos de forma constante y sonante. Pero las tablas adquiridas en este año de presentarse alrededor del mundo con su gira The Shadow Shows, son inmejorables. Su banda, encabezada por las seis cuerdas del teutón Alex Scholpp, posee todo el poderío necesario para sobresalir hasta en los momentos más delicados, ya que une virtuosismo con belleza sonora. En lo que respecta a la voz de Tarja, ésta sigue impoluta, bien cimentada y reflejando esa tesitura de soprano que amalgama formas de contratenor sin aparentes tropiezos. Aparte, cada día se enfatiza esa corriente sonora de metal dramático de tintes oníricos, con efluvios sinfónicos magnánimos.
Y en esta presentación para Guadalajara, Tarja hizo un concierto dinámico y elocuente, que incluyó tres cambios de vestuario y una parte central del concierto dedicado, primero, a un popurrí inconsútil de Nightwish (donde surgieron indómitas las canciones «Ever dream» y «The riddler»), y segundo, a un micro acústico en formato de medio círculo donde despachó temas de sus discos The Brightest Void (2016), Colours In The Dark (2013) y My Winter Storm (2007), con la humilde cereza del pastel sonoro de «Cielito lindo», esa canción emblema mexicana compuesta por Quirino Mendoza y Cortés, tan socorrida por aquellos que aman a México por sobre todas las cosas y deberes de este mundo. Fuera de ahí, el concierto incluyó un cover de Muse («Supremacy»), canciones de letanía empática («No bitter end», «Undertaker», «500 letters», «Victim of a rituel» —donde el público vitoreó de forma inhumana ese arranque con las notas de «Bolero» de Maurice Ravel (1875-1937)—, «Too many» y «Love to hate», entre otras) y finalizó a tambor batiente con «Die alive» y «Until my last breath».
Como siempre, Tanja recibió rosas infinitamente rojas de sus fanáticas, una bandera de México, dirigió cortas pero satisfactorias palabras a los presentes en perfecto español ibérico («Estoy súper contenta de estar aquí, gracias por recibirme»), hizo una pequeña mención sin nombre al terremoto en CDMX («Nuestra naturaleza está enojada, tendríamos que cuidarla») y manejó con maestría ese micrófono blanco inalámbrico tan emblemático de sus conciertos. Y las alrededor de 700 personas presentes en el C3 Stage disfrutaron con alevosía y alegría cada minuto de la visita de Tarja Turunen.