«La música no es solo escucha, es memoria en movimiento». Nicolás Jaar transformó The Lab en un espacio de resistencia sonora en tres actos: memoria, trance y resistencia. El concierto fue refugio sonoro entre la narrativa ancestral de Eli Wewentxu, la distopía poética de «Radio Piedras» y la inmersión emocional de Buena Tarde, el público bailó, reflexionó y resistió en una misma frecuencia

The Lab, el recién inaugurado recinto tapatío, que este mes cumple apenas su segundo evento, albergó una noche donde la música fue más que beats y sintetizadores, fue un acto político, espiritual y colectivo. Con un aforo de 1,200 personas —en su mayoría jóvenes entre 30 y 40 años—, el escenario vio desfilar desde narrativas mapuche hasta distopías digitales, todo envuelto en una atmósfera que osciló entre el club nocturno y la ceremonia holística.
El protagonista: el aclamado productor y músico chileno-estadounidense Nicolas Jaar, quien, acompañado de talentos excepcionales, transformó un concierto en una experiencia inmersiva y profundamente política.

Eli Wewentxu llegó con el violín como arma de resistencia. El artista mapuche antes de emitir una sola nota de su violín, se dirigió a los presentes con un saludo en mapudungun, su lengua natal,y posteriormente en español, con una petición de permiso a la tierra, gestos que marcaron el tono de su performance Narraciones de un retorno, su proyecto de siete piezas para violín y txompe; fue un viaje por la memoria de Chomio: la sequía, el desarraigo y la crítica al colonialismo sonoro se colaron entre notas quebradas y silencios elocuentes, una cátedra de identidad y resistencia. Su violín, «una herramienta identitaria«, resonó como un llamado a escuchar lo que el extractivismo quiere borrar. Su voz se alzó para denunciar la devastación de su territorio por parte del gobierno chileno y para hacer un llamado urgente al cuidado de nuestro entorno

Al fin de su presentación, se dio una transición magistral. Mientras las últimas notas de su violín flotaban en el aire, Nicolas Jaar subió al escenario, acompañado por el tecladista Camilo Salinas y el percusionista Daniel Cataño. Wewentxu permaneció, integrando su instrumento a la sesión que comenzó de forma hilada, sin pausas. Lo que siguió no fue un concierto en el sentido tradicional, sino la materialización en vivo de Archivos de Radio Piedras. El monumental proyecto de radioteatro que Jaar compuso entre 2019 y 2023, se convirtió en una sesión líquida donde Chile y Palestina se fundían en sintetizadores distorsionados. Entre interludios, Jaar denunció la devastación del Bosque de niebla en Veracruz, los desaparecidos de Teuchitlán, alzando la voz de las Madres buscadoras, y el genocidio en Gaza. «Esto no es música, es un archivo del colapso», parecía decir con cada textura, recordando como Israel utiliza el hambre y el terror como arma.
La música, una compleja amalgama de electrónica, ruido y texturas hipnóticas, se convirtió en el vehículo de un mensaje potente y necesario; la gente observaba atenta, mientras se movía de forma hipnótica sobre las texturas sonoras que recibían y bañaban sus sentidos.
Los músicos se despidieron, pero la noche aún guardaba una sorpresa. Jaar regresó en solitario, regalando media hora más de mezclas de su repertorio conocido, un gesto que el público agradeció con entrega total en la pista de baile con grooves que sonaron a catarsis.

Tras la partida de Jaar. poco después de las 00:30 horas, con la energía aún vibrando alto, el escenario se reconfiguró para recibir al talento local, con el DJ set de Carlo Filio, aka Buena Tarde. Aunque una parte del público se retiró, quienes se quedaron fueron recompensados con el ambient, dubstep y trip-hop que se mezclaron en una secuencia onírica que devolvió al cuerpo al centro del baile. Los que permanecieron encontraron un espacio amplio para bailar, entregándose a los ritmos lentos y pesados y a las melodías hipnóticas que proponía Filio, demostrando que la noche, en su totalidad, fue una curaduría sonora homogénea y coherente.
La música puede y debe ser un espacio para la memoria, la denuncia y la construcción de otros mundos posibles. «La tierra no es herencia, es préstamo». Y esa noche, cada nota fue semilla.
Texto y fotos: Roy Arce


































