Texto: DAVID MELÉNDEZ
Primeras noches en solitario: las más recordadas.
Ahora sí, por fin Reyno llegó como acto principal de una noche que fue dinamita pura para cerca de 400 personas que son fieles seguidores de la banda defeña actualmente liderada por Christian Jean y Pablo Cantú.
Aunque en un principio fueron duramente comparados con el sonido de Zoé, actualmente Reyno se empieza a quitar las críticas con una soltura avasalladora; vaya, su segunda placa Dualidad (editada bajo el cobijo de Universal Music), ya pisa derroteros ajenos a su sonido primigenio que mostraron con grandilocuencia en Viaje por lo Eterno (2013). Hoy en día hay cabida para “abrirse» musicalmente hablando y extender su círculo sonoro.
Ahora, con un sonido más expansivo (tras la partida de su bajista original Sebastián Franco, después de finiquitar la gira de su primer disco), Reyno llegó a Guadalajara con todas las de la ley, para de plano consagrarse y dejar en claro que no son fuego fatuo de bosque encantado.
Los teloneros de la noche fueron Rox, novel banda tapatía que poco a poco va escalando preferencias dentro de los tímpanos tapatíos. Su directo fue eléctrico y se entregaron sobre el escenario con sus tablas rockeras de altos decibeles.
A las 23:00 horas, Reyno tomó el escenario del C3 Stage y soltó en desbandada todo el poder de sus canciones. Arrancaron con una “Ahirám” netamente poderosa y rasposa; acto seguido, despacharon “Dualidad” con signos inequívocos de que en su electricidad había ya espasmos para emocionar a los presentes a la menor provocación. De ahí en adelante, fueron arrancando ramas a su directo: “Blanco y negro”, “No olvidé”, “Pacífico”, Química”.
Y, con el trascurso de la noche, pusieron una fuerza sonora para provocar emociones fuera de borda, incluso cuando la muy acústica “Hasta el último día” hizo su propia impronta durante el concierto.
Mas en canciones ya consagradas como “Dos mundos”, se percibió el afán por hinchar de nuevas perspectivas musicales esas “viejas” canciones que los consagraron: el arranque de ésta, fue una experimentación sonora de tintes progresivos, manejando la armonía central de dicha canción pero en tiempo pausado (como un plácido trote a caballo), para después reventar con ese riff tan conocido por las nuevas generaciones de México y varios países de Latinoamérica y soltar así la canción en todo su esplendor como si se tratar de hacerla detonar como dinamita. Sí, “Dos mundos”, fue el perfecto inicio de un encore que siempre pujó hacia más allá de la norma.
Habrá que seguirle la pista sonora a Reyno, porque despuntan sin afán de estancarse y saben perfectamente cuál dirección quieren tomar con su música. Por el momento, Guadalajara ya tiene una nueva banda favorita y con himnos que pueden cantarse sin tapujos ni quebrantos.










