TEXTO: David Meléndez
Ante el histrionismo puro, poco queda por hacer.
La Chica Danesa, el más reciente filme de Tom Hooper tras un descanso de tres años, lo regresa en forma a la palestra cinematográfica. Hay que ser altamente sinceros: lo de Hooper es el biopic a punto del barranco del conato interno (incluso podría llegar a ser un maestro en el género si no le da por explorar otros lugares como ya lo ha hecho) y lo logra con creces gracias a la presencia de Eddie Redmayne y Alicia Vikander. Fuera de ahí, La Chica Danesa es solvente, camina por sí misma con un derroche de academia pero jamás opta por partir hacia terrenos fuera de los límites de seguridad que impone la misma historia.
Podría decirse que Hooper “queda bien” con todos los espectadores y logra que aquellos que por alguna u otra razón estén cerca de la esencia de la cinta, se desvivan en elogios que incluso salen de la atmósfera de lo permisible. Pero del lirismo que posee al arranque, la cinta se va destruyendo a sí misma con el uso de la reiteración misma de la trama, donde se presenta la vivencia real del matrimonio de Einar y Gerda Wegener. Ambos, pintores, son la pareja perfecta de su época. De pronto, Gerda le pide a su marido que modele con ropa femenina para un retrato de una amiga suya que no puede terminar porque siempre cancela para presentarse a su casa. De entrada, lo que es un juego desemboca en una crisis de identidad en Einer que, de un día para otra, ya no se vislumbra como hombre sino como fémina. Entonces, hará todo lo posible por desafiar a la naturaleza y transformarse en mujer.
Pero, detrás de una historia que se centra sobre las vicisitudes de las personas que deciden cambiar de sexo, está una férrea esencia que la mayoría de los espectadores pasan por alto: la de esas esposas que, a pesar de que la compuerta de la presa de su amor se ha roto para siempre, deciden ‘quedarse’ con sus esposos, aunque el desgaste las haga perderse incluso como seres humanos. Quizás ésta sea La Chica Danesa de la que habla Hooper: la que detrás de toda la hecatombe, sabe mantenerse cuerda y permanece de pie.
En lo que respecta a Redmayne, su trabajo es totalmente convincente, pero siempre mantiene su balanza histórica entre ser masculino con guiños femeninos o ser femenino con exageraciones hasta el paroxismo, lo cual genera un reflejo cursi y en ratos caricaturesco. Lo anterior, ocurre porque Hooper decide centrar el ojo de la cámara (y fuerza de la historia) en la relación de pareja y no en los entresijos de lo que es la homosexualidad per se, con esos problemas fatídicos de intolerancia que se siguen viviendo a pesar de que estamos en pleno 2016 y tantas tabúes se han roto gracias al tesón de aquellos guerreros sociales que buscan hacer del planeta tierra un mundo mejor. Y, claro, el poder de la imagen cae directamente en el estilo de la época (Copenhague y parís, años 20’s del siglo pasado), así que se desdibuja eso de que la película trate un tema de superación o transformación.
Así que La Chica Danesa es una cinta para entretener y generar rupturas internas en el espectador, provocar el aplauso cómplice e imaginar un final feliz para esta historia filmada por Hooper. Además, será una de las básicas dentro de la etiqueta de “cintas sobre la transexualidad”. Eso sí, producciones como Laurence Anyways de Xavier Dolan son enteramente superiores por la redondez en fondo y forma.
LA CHICA DANESA
Director: Tom Hooper. Con Eddie Redmayne, Alicia Vikander, Amber Heard, Ben Whishaw y Matthias Schoenaerts. Reino Unido, 2015. Duración: 120 minutos.