Texto: DAVID MELÉNDEZ
Enamorarse de Motorama es fácil.
Es como si el oído se llenara de pólvora y, de pronto, ardiera con fuego iracundo. Así que la noticia de su visita a Guadalajara corrió como polvorín y el C3 Stage recibió alrededor de 700 personas que se balancearon al ritmo de una cadencia mágica, donde los atisbos remotos a Joy Division, The Sounds y hasta The Homosexuals, estuvieron más que presentes. Antes de arrancar las vicisitudes oficiales, estuvieron sobre el escenario Los Presents y Dolphant, una banda que tiene portentos sonoros para llegar a coronarse como los grandes.
Aunque la bajista original de Motorama, Irene Parshina, no pudo venir porque está al cuidado de su hijo pequeño (de hecho, es esposa del líder, vocalista y guitarrista Vladislav Parshin), el directo fue una constante cadena de emociones que jamás dejó de poner a bailar a los presentes y hacerlos rabiar de emoción. Del bajo se encargó en su mayoría el propio Parshin, aunque también su guitarrista Maxim Polivanov a veces también tomó dicho instrumento para no hacer tan notoria esta ausencia.
Resultó increíble escuchar en directo canciones como «Corona», que poseen un bajo envolvente y que ofrece una ráfaga constante de ritmos presurosos en guitarra (eso sí, aunado a un riff en teclado que parece sacado de alguna feria musical decadente) o la exquisita «She is there», con esa línea en guitarra y teclado que tiene un aire atroz a «Love will tear us apart» de Joy Division. Ni qué decir de la exuberante «Empty bed», que hizo entrar a todos en trance, con su parsimonia melódica y su punzante teclado con esencia de épocas pasadas, donde la tranquilidad flota entre cada nota.
Pocos conciertos exudan esa sensación de que son atemporales, de que la comunión que nace entre cada canción interpretada se vuelve un volcán en erupción. Máxime cuando esa voz gutural de Parshin hipnotiza a mansalva, con ese poder insano que posee cuando se planta frente al micrófono.
Así fue la presencia de Motorama en la Perla Tapatía: electrizante.
