Texto: DAVID MELÉNDEZ
Fotografía de cadáver amoroso: SALVADOR TABARES
Si Corcobado siempre estuviera a nuestro lado, sabríamos afrontar las desgracias del amor y nuestra condición humana jamás estaría lacerada.
Aunque sus visitas a Guadalajara han sido esporádicas, la música de este crooner español que ha encarnado las postrimerías sombrías del alma para después colocarse como cancerbero del desamor legendario que deja horadada la vena cava del corazón, es muy querida en la capital jalisciense. Por eso su llegada al C3 Rooftop para ofrecer un concierto íntimo en formato de trío y con la compañía de Lola Barajas (acordeón, teclados, coros) y Édgar Torres (guitarra), fue un suceso dramático y que hizo aflorar las emociones más profundas de todos los presentes.
Como era de esperarse, el ataque de Javier Corcobado a su amplio repertorio ahora recayó en la forma desnuda donde la guitarra comanda ciertos momentos y detalles sutiles en sintetizador o acordeón dan cierta luminosidad a su pared sombría sonora. En sí, Corcobado se paró con gallardía e hizo uso de ese histrionismo desgarrador, donde su voz se yergue como vendaval para barrer cualquier coraza o bunker que proteja nuestros corazones.
La velada dio inicio con dos trituradoras de almas: «De noche» y «Carta al cielo». Luego se afianzó la caída al abismo con «¿Por qué estoy tan triste?» y «Dientes de mezcal», mientras que las primeras bocanadas de euforia llegaron con «Secuestraré al amor» y «A nadie». Ahí, en caída libre entró esa joya de Manuel Alejandro, «Te estoy queriendo tanto», que Corcobado hace suya con una superlativa interpretación que machaca cada cimiento de desamor. Y, claro, no podía faltar la canción de José Alfredo Jiménez y Corcobado entonó «El jinete»con fuerza desbocada. Antes de arrancar la canción, levantó la vista al cielo y seguro le mandó un agradecimiento oculto al querido músico guanajuatense por habernos legado semejante cancionero de alta alcurnia. De ahí en adelante, el cigarrillo llegó con «Canción del puerto», al igual que se fue el saco con «La canción del viento». Así, con un Corcobado que tenía en la bolsa a todos los asistentes al C3 RoofTop, las emociones reventaron con «La libertad (Es la cárcel más grande de todas las cárceles)» y esa lacerante vibración de «Ella ya me olvidó»de Leonardo Favio, que puso el punto álgido de la tristeza amorosa en el ambiente. El final fue elocuente con una canción de Charles Aznavour («La bohème») y la hipnótica «Caballitos de anís».
De nueva cuenta, Corcobado brindó una noche para mantenerse hincado ante el embate de sus cuerdas vocales y un concierto que puede pretificar las emociones más brillantes y oscuras en la eternidad.
