Texto y Fotografía: CARLOS ROJO
El reloj marcaba las 20:30 horas y en el sonido local se anunciaba la tercera llamada.
La gente que llenó el Teatro Diana lucía inquieta y emocionada por presenciar una de las puestas en escena más bellas que llegarán a Guadalajara este año, El Lago de los Cisnes, a cargo del Russian State Ballet Voronezh en su primera visita a México. De ahí que era una noche doblemente especial —por una parte—, el apreciar la belleza intrínseca de la historia, la cual forma parte de las obras de ballet más reconocidas a nivel mundial (misma que fue encargada por el Teatro Bolshoi en 1875 y tuvo su primera presentación en 1877 con coreografía de Julius Reisinger y musicalizada Piotr Ilich Chaikovski), mientras que por otra, pudimos deleitarnos con la elegancia propia de la escuela clásica de ballet ruso.
Desde el primer minuto, pudimos apreciar la personalidad de la Russian State Ballet Voronezh a través de la energía y majestuosidad en la danza, acompañados con grandes elementos técnicos y estilísticos, movimientos extensos y unos personajes muy expresivos, ademas de producciones escénicas y de vestuarios sumamente detallados, reafirmando el sello de esta reconocida compañía.
A pesar de encontrar a un Sigfrido (Ivan Negrovov), muy imponente, sobrio y técnicamente impecable, fue la princesa Odette (Yulia Nepomnyashchaya) la que se llevó la noche, pues es una bailarina que no sólo deslumbra por su belleza sino por sus excedidos recursos técnicos y expresivos, dándole vida al Cisne Blaco y al Cisne Negro en este montaje, con lo cual se logró una excelente interpretación mucho más apegada al montaje original.
Fue una velada mágica casi perfecta —salvo un pequeño trastabillo en un «fouette» y un ligero destiempo en una coreografía de las damas de honor de Sigfrido—, donde esta excelente compañía se robó más de algún suspiro del público asistente.