Texto y fotos por Andres Amezcua
Hay más de 300 personas ansiosas dentro del Foro Independencia. No es para menos. Hoy se presenta Brujería, una de las más grandes agrupaciones de rock pesado que nos dieron los inicios de los 90’s.
Unas horas antes llego temprano al recinto. Son las 9 pm de un jueves 23 de noviembre. La noche tapatía comienza a ser fría. A pesar de todo, ya hay más de 50 personas reunidas afuera esperando a que se abran las puertas del Foro. Muchos platican, otros se saludan apenas se reconocen entre la oscuridad, muchos más beben cerveza y otros fuman mota para entrar en el mood adecuado.
Es la primera vez que veré a Brujería en vivo desde aquel día que escuché a la banda desde un viejo casete en la casa de un amigo. En mi mente hay un zapping que va desde «Colas de rata», «Matando güeros», «La ley de plomo» y «La migra». Las puertas se abren mientras Dios Perro, banda tapatía de grindcore, comienza a sonar en el escenario. Dios Perro es una de mis bandas favoritas de la escena local, pienso en lo ad hoc que quedaron para ser los encargados de abrirle a Brujería. Las consignas de las letras van contra la iglesia y contra la manipulación que orquestan los poderes establecidos: “Armas silenciosas”, “Enfermos de rabia”, “Destruyendo el orden”, son verdaderos ladridos de odio rabioso, de ese del que sale espuma de la boca. La mota y la cerveza comienzan a mezclarse para ese entonces, iniciando una reacción de THC que se expande rápidamente por mi sistema nervioso. El resultado de ello es que comienzo a hacer un headbanging tan destructivo como el del pavo de Facebook. Son pocos aún los asistentes, una cuarentena de fieles amantes del buen grindcore local. Muchos aún esperan afuera, otros tantos disfrutan la noche en la terraza. Dios Perro termina un buen show.
El frío ambiente comienza a calentarse. Me entero de que hace tiempo que Brujería no realiza este tipo de shows en donde ellos sean el plato fuerte, desde hace muchos años se han presentando más bien en grandes festivales compartiendo escenario con importantes bandas de metal de fama mundial. Eso hace aún más especial el show de hoy. Aun así, la asistencia no rebasa las 400 personas para un foro de alrededor de 700. Hay un aforo medio, aceptable, aunque me esperaba algo más.
Pasadas las 10 pm suben los técnicos y algunos miembros de la banda a comenzar a preparar el escenario. En el fondo hay una gran manta con letras naranjas con el logo de Brujería. Mientras, en el patio la gente socializa.
Son las 10:30 pm y ya está el escenario puesto. El público comienza a entrar. Hay mucho greñudo loco; muchas camisas negras con la cabeza cercenada de Donald Trump. El olor a leño de mota impregna el ambiente. Los vasos de plástico comienzan a tapizar el suelo. Las luces se apagan. La gente aclama a Juan Brujo, a Hongo, a Pinche Peach. Juan Brujo saluda al público tapatío con una ronca voz. De repente todo explota, suena «Pocho Aztlan». Las melenas se sacuden de manera enérgica. La raza grita y se sacude en la reja. Termina pero comienza un riff aterrador que se repite incesantemente, es la «Ley de plomo». En el ruedo se inicia un circle pit, no es para menos, es una canción que invita a matarse a codazos y empujones. A esta le sigue «El desmadre». Algunos de los asistentes parecen poseídos por el diablo. Es un himno a la autodestrucción para los que les gusta loquear y romperse el culo, así lo reza el estribillo: “me encanta el desmadre, y los vicios son mis padres”. El setlist es como una rolling coaster en la que se navega hacía el mismo infierno. “¿Cuanto quiere ese coyote?, 10 mil pesos” comienza «La migra», canción que alude a una especie de Robin Hood de la frontera que vela por los intereses de los indocumentados que intentan alcanzar el american dream. En el ruedo hay un minúsculo circle pit que se aviva apenas comienza «Echando chingadazos». No hay un descanso, y no tendría porqué haberlo. Apenas va media hora de show y Pinche Peach va de un lado a otro del escenario haciendo muecas como si estuviera poseído por el mismísimo Rey de las Tinieblas, alías Belcebú, Satanas, Lucifer, Diablo, Ángel Caído, y muchos más apodos con el que se le conoce. Aun así, el ambiente no es tan brutal como yo pensaba, la chavorruques en un frío jueves por la noche hace mella en las almas que se dieron cita al show.
En la pausa que le sigue a «Echando chingadazos», la raza comienza a vituperar “¡Fuck Donald Trump!”, “¡Fuck Donald Trump!”, el enemigo uno de los mexicanos. Odio iracundo que ha sido bien capitalizado por Brujería en la canción «¡Viva presidente Trump!». Acaba y comienza «666» y luego otra de mis favoritas, «Pito Wilson». El ambiente es pesado, denso y pantanoso. El Fantasma pregunta al público por mota, a lo que alguien le pasa un leño. La cerveza baña el pit. Impera un fuerte olor a mota. Estoy en medio del ruedo pero la gente observa expectante. Suena «Colas de rata» y vuelven a avivarse los empujones. Un individuo cae fuertemente al suelo detrás de mí y queda atarantado por algunos minutos. Alguien intenta ayudarlo, pero dice estar bien. La noche va avanzando y ya veo cuerpos cansados a pesar de que apenas son las 11:20 pm. Pero es un frío jueves por la noche y ya no tenemos 18 años. Alcanzo a distinguir aún algunas canciones: «Brujerizmo», «Ángel de la frontera» y «Consejos narcos». De pronto se sube una mujer a bailar sensualmente. Presume sus pechos, aunque no los descubre a pesar del unívoco “chichis afuera”. Sin embargo, de repente se ánima y se los muestra únicamente a cada uno de los miembros de la banda, lo que le hace valer las baquetas del Hongo jr., baterista de la banda. La dama se despide ante vítores y chiflidos.
El final se acerca, eso lo sé por el ambiente tranquilo que se vive en el Foro. Juan Brujo saca su machete y anuncia que ya son las últimas: «No se aceptan imitaciones» y una muy esperada por la raza, «Matando güeros». Como especie de epílogo para cerrar la noche suena «Marijuana» y muchos echan humo por la boca.
Fue un setlist brutal, fue uno de los mejores shows del año que van en el Foro, fue la primera vez que vi a Brujería desde ya aquellos lejanos 2000 en que los escuché por primera vez.
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