Texto y fotografías de sosiega hermandad: DAVID MELÉNDEZ
Si de las desgracias nacen leyendas, que no lo hagan de, digamos, unas cuantas fallas de sonido suena por demás irrisorio.
Aunque las expectativas eran altas, el concierto de Ariel Pink dentro del C3 Stage no fue perfecto. Y no «lo fue» porque su directo estuvo plagado de fallas de sonido, inmensas como la grasa corporal de la ballena azul. Todo estaba puesto sobre la mesa para que fuera el gran banquete sonoro de 2018, mas el anhelo anterior se convirtió de vez en cuando en un sueño guajiro por los problemas sonoros que iban y venían. Y ante la adversidad, surgió el rictus de incomodidad de muchos presentes que no se dejaron amilanar (cabe destacar) ni tampoco le pusieron tache absoluto a un directo tan esperado por propios y extraños. De ahí que resulte extraño constatar que algunos cronistas nóveles de Guadalajara hayan escrito sin empacho en sus reseñas (y en sus medios) que «el concierto estuvo hermoso», palabras más, palabras menos, para no transcribir párrafos exactos de sus escritos surrealistas.
Pues, bien, todo radicó en los múltiples efectos vocales que usó Ariel Marcus Rosenberg durante su show, los cuales «viciaban» los altoparlantes y monitores en ciertos momentos, lo cual parecía no causarle mucho quebranto al susodicho. Fue una lástima porque su más reciente álbum, Dedicated to Bobby Jameson (Mexican Summer, 2017), es una oda delicada de pellizcos lo-fi, de esos que ensalsan al espíritu y poseen un carácter onírico asaz ponderado que los colores prácticamente se truenan y se derrochan tonalidades inherentes a los ocasos.
Sin teloneros y las manecillas del reloj rondando las 21:00 horas, Ariel Pink subió al escenario para arrancar de forma altamente irreverente, con un bonus track de la versión japonesa de su nueva placa, «Nighttime is great!», y que a su vez es el primer corte de un disco que el mismo Ariel autoeditara allá por 1999 de su antiguo proyecto Ariel Pink’s Haunted Graffiti y que tiene por apelativo Welcome 2 Our World. Desde aquí, se dio la sinergia que seguiría todo el concierto, ya que todo fue desparpajo, descaro, desfachatez y, claro, altas dosis de contoneos sensuales por parte de un Marcus que salió enfundado con una coqueta blusa azul que hubiera sido el deleite del mismo Maharishi cuando anduvo de juerga con The Beatles. Incluso, su nuevo corte de pelo y maquillaje, lo hacían parecer una suerte de Elton John pirado en su época de su álbum Caribou (1974).
Es cierto, toda la banda de Ariel salió con la suficiente actitud para que las alrededor de 300 personas pasarán por alto semejantes fallas de sonido y lograran el milagro de que su directo jamás decayera en intensidad. Mención aparte requiere el ex baterista de la agrupación Germs y 45 Grave (además de «personajazo» de la escena de la ciudad de Los Ángeles), Don Bolles, que en esta ocasión fungió como su corista e incitador de los mejores pasos de baile de la noche. Así, entre temas mayoritariamente centrados en Dedicated to Bobby Jameson, tres de Pom Pom (2014), un cover locuaz de la clásica «Baby» del duesto estadounidense Donnie & Joe Emerson, y canciones sueltas de sus discos House Arrest (2002), Worn Copy (2003) de su anterior proyecto como Haunted Graffitti, Ariel Pink se divirtió como si no hubiera mañana ofreciendo ese túrmix musical donde la sicodelia se embadurna con pop de los 60’s y arteros coletazos de glam rock para edulcificar punketos insurrectos. Su voz, como siempre, pasó de ser la de un crooner fastuoso a la de un Pato Donald a punto del llanto.
Tras una breve pausa y muchos gritos de «otra, otra» (canción), Ariel regresó para despachar cuatro temas más y cerrar con un par de su grandioso Before Today (2010), disco editado bajo su proyecto de Haunted Graffiti y que saliera bajo la mítica disquera inglesa 4AD. «Bright lit blue skies» y «Round and round» fueron las encargadas de cerrar este show tan sui generis como bombástico. Y por enésima ocasión, una lástima ese micrófono viciado que jamás dejó de «trinar» mientras sonaba la majestuosa «Round and round». Pero ya viene Mac DeMarco al Teatro Estudio Cavaret y la espinita clavada del mal sonido ojala se extirpe en un santiamén…