Texto y Fotos por Andres Amezcua
Primera Parte: Los Morenos
Desde Loma Dorada se puede ver con cierto recelo el crecimiento de la ciudad. Al subir a la Mona la mancha urbana se mira en todo su esplendor: contaminación y concreto por doquier. Loma Dorada es una colonia decadente rodeada por un centenar de casas habitación que alguna vez significaron la bandera del desarrollo urbano en Tonalá. Sin embargo, todo quedó en vanas promesas de crecimiento. Hoy la colonia sufre por ese subdesarrollo. Calles llenas de basura, riachuelos de agua de drenaje, centenares de perros callejeros, ambulantaje y viviendas precarias.
Son las 7 de la mañana cuando el puesto de tacos Los Morenos se empieza a montar sobre una de las calles principales de esta colonia. Es un puesto viejo que se postra frente al CETI y en el que cada día decenas de alumnos van a echarse su almuerzo. No es para menos, por 30 pesos te puedes comer tus 6 tacos de barbacoa y tu cocacola. También venden de hígado, bistec, chorizo, tatemada y alambre, así como una especie de quesadilla con carne al que llaman especiales. Los precios varían, pero uno sale satisfecho con 50 pesos. Son los tacos más baratos de la zona, nada que ver con aquellos que se encuentran subiendo la colina que da a Río Nilo que se venden en 12 pesos.
Al llegar al puesto, el Moreno mayor te saluda amablemente con un “cuántos va a querer More”. Aquí no somos güeros o güeritas, como una especie de reafirmación de nuestra mexicanidad, se nos llama por lo que somos: “mores” y “morenitas”. Sin embargo, lo que hace tan especial a esta taquería de Loma Dorada no es el puesto, ni su sabor, sino sus dos taqueros estrella: Tucho y Rene Monjo.
Hablar de Los Monjo es hablar de uno de los grupos de punk rock más representativos de la escena underground de Guadalajara. Recuerdo que la primera vez que los vi fue allá por el 2015 en un show en el que fueron teloneros de nada más ni nada menos que de GBH. Se autoproclamaban los representantes del rock basura, término que acuñaron para designar la música que hacían. No punk rock sino ROCK BASURA y todo lo que eso implicaba.
La presentación de Los Monjo en el escenario fue una especie de iluminación para mi entonces limitado conocimiento de la escena local. Supe que era una importante banda que tenía desde los inicios del 2000 tocando y me avergonzaba de nunca haberlos escuchado o visto antes en algún escenario. Mientras cavilaba esta culpa, arriba del estrado un aclamado Tucho, frontman de la banda, se simbiotizaba con el micrófono bailando de manera extasiada y llenando de una energía indescriptible cada acorde que salía de los instrumentos. Desde entonces no les perdí la pista. Youtube fue una ventana que me descubrió algunos importantes shows que tuvieron años atrás en varias ciudades de México y el extranjero. Si hay un vídeo que tengo grabado en la mente es aquella presentación en el Kaos a Gràcia en Barcelona. En este se ve a un Tucho exultante cargado por una multitud que engulle a la banda mientras éste le dice unas cuantas verdades a la policía: “cerdos, cerdos”.
Desgraciadamente poco me duró el gusto, ya que sus presentaciones se fueron reduciendo. Aún así tuvieron grandes shows en el Palídromo y sobre todo en la ya extinta Kalaka Bar. A mediados del 2016 ofrecieron una última presentación cuando Pako de Eskorbuto se presentó en el Foro Independencia . Sin embargo, en la alineación faltaba Tucho Monjo, que por motivos personales había decidido abandonar la banda. El relevo caía en manos de Eddie Monjo, líder de otra gran agrupación de punk rock de la escena underground de Guadalajara, Putas Mierdas. Ahí iniciaba una segunda oportunidad y etapa de seguir disfrutando de Los Monjo.
Los meses pasaron, pero ya no hubo presentaciones de la banda. Todo indicaba que había sido un adiós definitivo, sin embargo, hace unos meses fui a desayunar a los tacos de los Morenos y René, bajista de la banda, me anunciaba que nuevamente tocarían en un show. El motivo era que Suicidas, agrupación punk de Barcelona, tendría una gira en México y les habían solicitado explícitamente que querían que tocaran junto a ellos.
Debido a esto me estuve lanzando varías veces a desayunar para charlar con ellos sobre este nuevo show que se avecina, así como de otras inquietudes que tengo como seguidor de la banda y su continuidad en los escenarios. Es una plática informal, de meros amigos. Les aviso que me gustaría hacer un reportaje sobre ellos, así como documentar con ellos la gira que harán junto a Suicidas. René (bajista) me atiende siempre con una sonrisa cuando llego al puesto de tacos, “cuántos va a querer, profe” (soy docente en el CETI). Pido mis tacos y me siento, es la una y media de la tarde, son los últimos tacos del día, poco a poco empiezan a desarmar el puesto. Es un trabajo extenuante el ser taquero: cocinar, picar, montar el puesto, servir, cobrar, desmontar el puesto, limpiar el área.
La cara de René es apacible, pero me dice con cierto hartazgo: “y así todos los días, profe”. Pienso en lo asfixiante que son las rutinas, como punks lo sufrimos demasiado, pero no hay de otra porque hay que chingarle o no se come. Para aminorar la amargura de la cotidianidad, bebemos una cerveza en un vaso de unicel. Frente a mí está Tucho y René platicándome sobre bandas y otras anécdotas de la escena punk de Guadalajara y sus visitas al extranjero. Les pregunto si con Eddie se inaugurará una nueva era con Los Monjo. René me mira y me comenta que no es la idea, que solo quieren sacar adelante este show ya que se comprometieron a tocar porque Tete, integrante de Suicidas, se los solicitó. La gira inicia en Guadalajara el jueves primero de marzo y continuará en la CDMX el 2 para finalizar en S.L.P el 3.
El sol comienza a quemar, la avenida se vuelve desértica por eso de las dos de la tarde. Tucho me comenta que decidió dejar todo lo de la banda para dedicarse enteramente a su familia. Lo comprendo, debe ser difícil llevar una vida de tocadas y ensayos más trabajo y familia. También René tiene ya una, sin embargo, su esposa lo apoya y hasta la hace feliz que su marido sea uno de los integrantes de una de las bandas punks que han marcado época en estos lares. Hablamos sobre aquel show de La Kalaka, el último que ofrecieron en ese mítico lugar y que les sirvió a René para comprar un bajo que antes le habían robado: “ese show fue por una buena causa, profe” me dice. Me pasa el vaso de unicel y refresco mi garganta. Se le ve la emoción de que volverá a un escenario después de mucho tiempo. Tucho, aunque a pesar de su singular alegría y desenfado, puedo intuir que tiene cierto deseo por estar en ese show entonando y echando unos bailes al ritmo del rock basura. Sobre ese género les pregunto de donde lo sacaron y me comentan que si pones en internet punk, entre paréntesis te sale “(rock basura)”. Que por ello decidieron autonombrase así, como si fuera una especie de burla así mismos y a todo el género. Les expreso mi admiración por lo que hacen tanto musicalmente como en su trabajo. He visto como no les pesa darle al prójimo necesitado cuando les piden una ayuda. “Ahí está more, no se apure” y untos tacos de la plancha al plato le son servidos al hambreado.
Hablamos largo y tendido sobre sus influencias. Me nombran bandas desconocidas para mí y les digo que me quedé en el skate punk californiano. René me dice que le mama Bad Religion y Pennywise, que fueron bandas con las que también ellos empezaron pero que poco a poco se fueron influenciando de lleno por el punk rock español. Fue ahí donde entendieron lo que debían tocar. Bandas como La UVI, La Banda Trapera del Río, El Último Resorte, Larssen o Desibelios reflejaban una realidad más acorde a lo que ellos vivían en ese momento, porque al final, más allá de la música, está el mensaje que se intenta transmitir; y en ese sentido el punk español sirvió como medio para recibir y transmitir el mensaje.
Me llega otro vaso de unicel con el líquido amarillento. Le doy unos sorbos mientras el puesto está casi desmontado. Anteriormente habíamos hablado sobre la importancia de las letras en el punk. Ahí les digo que una canción que me resulta bastante poética es la de No quiero ser un viejo, básicamente el verso “en este barco de penas/que navega en altamar/ la ruta de este navío no es una eternidad/no quiero ser un viejo”. Tucho se sorprende por mi observación y me comenta que la letra es de un poema de su abuelo, el cual practicaba la poesía. Me resulta sorprendente por la profundidad de la metáfora a la que se asocia la vida en esa rola. También me señalan como fue el proceso creativo de sus demás canciones, una especie de destajo de la letra que proponía Tucho. Me dicen algo interesante: para ellos la letra debe ser simple, pero revelar un mensaje profundo. No es necesario amontonar muchas palabras, sino acomodar pocas pero bien para que quedé claro lo que se intenta transmitir a través de la música. Me explican que siempre que Tucho llegaba con una canción, Peter (guitarrista) tomaba la letra y empezaba a quitarle pedazos hasta simplificarla de tal manera que podía ser hecha música. En sus canciones hay siempre una frase que cala, que te deja algo: “somos la plaga que pisa el planeta/lo que pisamos lo contaminamos” (Contaminación).
Finalmente están listos para ir a descansar. Son jornadas duras para ellos, pero no los veo quejarse por la vida que les ha tocado. Han podido triunfar como músicos, pero ahí están sirviendo mis tacos y sonriendo a quien se acerca al puesto. Aún así han visitado Canadá, EUA, Alemania, España y hasta me cuentan que posiblemente algún día me den la noticia de que se van a tocar a Japón. Cae la última gota de cerveza a mi lengua. Me preparo para lo que se viene el próximo 1 de marzo. Ya no serán esos taqueros amables, sino una voz de rabia punk que volverá a resonar en el escenario.
Continuará…