Texto y fotografía de calvario en Tierra Santa: DAVID MELÉNDEZ
En la intempestad de la sorpresa, se cosechan alegrías, a pesar y en contra de todos los avatares.
Fue curioso notar que muchos denostaron al Festival Akamba en los Campos de Agave de José Cuervo Tradicional mucho antes de que fuera una realidad. De hecho, fue desdeñado en detrimento de Maroon 5, que el mismo día llenaba «casi» todo el Estadio Akron en Guadalajara con su música deleznable para embaucar lolitos de secundaria. Pero también hubo esos otros cientos de seres humanos, ávidos melómanos sin temor a la derrota que decidieron darle su debida oportunidad a este evento que poseía un cartel por demás encantador, balanceado entre el corte alternativo de leyenda crooner, el funk hilvanado de alegre R&B y la electrónica contumaz cubierta de la raíz tradicional de la música autóctona.
Y todo aquel que apostó por Akamba, se llevó de regreso a casa una de las sorpresas del año, esas que no están exentas de errores y fallas, pero que al final dejan al musculo del oído satisfecho a radiar y se nota a leguas una curaduría sonora digna de escuchas pensantes. Con esta «festivalitis» que parece inundar México, se llega a un hartazgo evidente en materia de variedad musical, máxime cuando vivimos en tiempos donde existen interminables propuestas sonoras para escuchar. Ya miles están hartos de Cuca, Caifanes, Molotov y demás leyendas que no se les puede arrebatar su cetro de pilar único en su especie, pero que sí se puede atenuar el hartazgo que causa escucharlos diez veces al año. ¿Por qué los productores, promotores y patrocinadores no deciden contratar a Twin Shadow, King Gizzard & The Lizard Wizard, Beach House, The National, Benajmin Biolay, Alvvays, First Aid Kid, Los Pirañas, Papaya, Telescopios, The War On Drugs, Playa Gótica, HAIM, Perfume Genius, Princess Nokia o Kali Uchis, por citar los menos? ¿Por qué debida y desconocida razón? ¿Acaso no están al tanto de las nuevas tendencias o artistas que pueden ser los futuros headliners de decenas de festivales o es sencillamente que trabajan por dinero, por meter borregos al corral? Con Akamba se demostró que todavía existe esa línea de sorpresa y arriesgue, esa zona donde los cartuchos quemados y nombres taquilleros no existen para iniciar con el pie derecho un festival.
Desde la entrada misma, todo fue celebración. Además, gracias al entorno muchos asistentes soñaron despiertos. Estar rodeados de un volcán, montañas y el paisaje agavero, no es cosa de todos los días para miles de pupilas, así que Akamba desde lo visual impactó profundo. En esta ocasión, vimos e interactuamos con otros patrocinadores como Tinder (que tenía una carpa roja donde un diablo-chico revisaba las compatibilidades de las parejas por medio de la carta astral y los signos zodiacales), Pepsi (que ofreció una disco «silenciosa»; esto es, a todos los que entraban se les prestaban unos audífonos que sintonizaban dos canales de música que programaban un par de dee jays) y la marca de ropa American Eagle, que contó con una especie de tipi a dos plantas hecho en madera y donde se colocó un área de descanso y un mirador. Además, la marca de tequila, Tradiconal de José Cuervo, regaló desde la entrada uno de sus nuevos cócteles, Muletta, que lleva además de tequila, lleva ginger beer , jarabe natural y jugo de limón. Y, bueno, el suelo agavero se llenó de coloridos alebrijes, una gran instalación con LED’s que asemejaban una planta de agave y dos torres de juegos pirotécnicos para iluminar la madrugada del final.
Pero el meollo central fue la música. Sobre el escenario principal (de nombre UNI) las actividades arrancaron con Salón Acapulco, mientras que en el stage más pequeño (llamado ORI), la tornamesa se prendió con Buena Tarde. Y de aquí en adelante, las emociones no se detuvieron porque Timber Timbre puso ese rock crudo a medio gas con esencia crooner, necesario para abrir la garganta e ir preparando la piel para recibir al sudor. Enseguida, Holli Cook dejó a todos extasiados con un dub elegante y cadencioso, donde el vaivén rítmico era estirado y catapultado por el bajo y los teclados. Cook teletransportó una sucursal de Jamaica a Tequila y la fiesta empezó a cobrar forma. Pero fueron Sinkane y Mayer Hawthorne —el primero con un free jazz funk y el segundo con un retro soul expansivo— los que inyectaron al público grandes dosis de algarabía. Y, bueno, al salir los chilenos de Matanza se desquició el desdén corporal. Con su curiosa mezcla de electrónica con aires andinos, uso de charango, flautas tradicionales y hasta samplers de canciones de Violeta Parra, ofrecieron la lumbre para que no se dejara de bailar alrededor de los agaves. Y los tres finales, Satori And The Band From Space, Nicola Cruz y Thugfucker, dejaron que la electrónica y el minimal techno fluyera para acariciar la madrugada.
Sobre el escenario ORI se fueron sucediendo los proyectos y los distintos beats: Alejandro Veneno, Nour, Cabizbajo, The Midnight Perverts Soundsystem, Heidi y Niño Árbol. A veces, esta zona estuvo un poco solitaria porque el grueso de los asistentes querían estar cerca del escenario principal pero los que decidieron quedarse, bailaron como nunca y jamás dejaron de mover el cuerpo. En lo que respecta a la logística de barras y área de comida, donde se sirvieron los tragos el tiempo de espera era largo porque en sí todos querían probar los cócteles y atender cientos de personas con bebidas preparadas es algo que se vuelve desesperante. Pero tampoco se volvió un problema insoportable. Mientras tanto, la oferte gastronómica con Italia Mía, Rooster Kitchen y Jolly Molly, entre otros, todo fue ágil y sin tantas demoras. La tache seguro y como siempre sucede en casi la totalidad de los festivales, los baños fueron un tema caóticos y malignos. Ojala para el siguiente año se pula POR FUERZA el tema entorno a sanitarios móviles. De ahí en fuera, la fogata de medianoche, los tapetes que se regalaron, el acomodo de los espacios comunes y la atmósfera festiva fueron de primer nivel.
Por fortuna, Akamba se prendió sin miramientos. Ojala en 2019 se repita la experiencia y no se caigan en los mismos vicios de los festivales exitosos.