Texto: DAVID MELÉNDEZ
Fotografía: DIEGO RODRÍGUEZ
Sucedió lo que tenía que suceder: todos asistieron puntuales a la llamada de BEAK>.
Sí, a su concierto en C3 Stage (que presentó Hipnosis y ACK Promote) asistió ese público que muchas veces ya ni siquiera sale de sus casas o sencillamente tiene una carga laboral donde el ocio sonoro no tiene mayor cabida. Y ahí estuvieron los de la Vieja Guardia Tapatía (mods, industriales, darketos, punks, indies, proto indies, góticos y un largo etcétera) y esas nuevas generaciones que fueron jalados sin misericordia por el nuevo proyecto donde colabora Geoff Barrow, ese multinstrumentalista británico que fue parte medular de Portishead, banda que no necesita mayores presentaciones. Como banda telonera estuvo Mortemart, agrupación de intensidad post rock instrumental con algo de sicodelia y aleteo distorsionado.
Y BEAK> es una extensión totalmente entendible para la vasta trayectoria de este músico que lo mismo ha compuesto música para películas, que arropado al hip hop dentro de la banda Quakers. La noche, llena de altas expectativas, no defraudó en lo absoluto porque cada una de ellas fue cumplida en su totalidad. Porque la música de BEAK> fue viaje y retorno; vaya, un cúmulo de ataques sonoros donde lo hipnótico estuvo presente a través de efectos electrónicos a veces guturales y otras tantas distorsionados. Eso sí, sin dejar el factor orgánico de lado, con guitarras, bajos y batería, misma que comandó Barrow con suma precisión y timing.
En resumidas cuentas, BEAK> es algo espectral, que parece ser atemporal dentro de su propia oscuridad. También, es algo trepidante porque muchas veces las líneas de bajo son más que notorias sobre una batería de síncopa sosegada. Y en ese intercambio de texturas y polaridades, el sintetizador se encarga de meter quizás un eco gutural, como sacado de un bosque de coníferas, dónde el aire ruge y silva dependiendo de su intensidad. Justo aquí, se nota la compenetración de los compinches de Barrow, Will Young y Billy Fuller (que interpreta las cuatro y seis cuerdas y canta sentado), que cierran el triángulo de este proyecto por demás atrapante. Sí, alguien diría que estamos ante un revival nato de krautrock pero los tres miembros de BEAK> disfrutan cada minuto de su música, pues entre canción y canción hay cabida para la broma, para el chacoteo de buenos amigos, para las miradas cómplices que dictan que la diversión y divertimento flotan en el aire.
Lo anterior, se vio a lo largo de las once canciones formales de su concierto, mismo que abrieron con «The brazilian» y que para el tercer corte, «Eggdog» (donde Barrow hace un trabajo gutural excepcional con intrínsecos efectos en voz), ya tenían a todo el público cautivo con su viaje sideral tan particular. Incluso en «Wulfstan II» la improvisación se coló a la orden de la noche y el sudor fue pareja del ajetreo sonoro. Pero al final vino lo mejor, al ofrecer BEAK> un suculento encore de tres canciones, el cual fue cerrado con su ya clásico «Blagdon lake» que incia con ese obsesivo riff en guitarra que sube y baja a lo largo del diapasón, para estancarse en la región sobreaguda y después un repiqueteo en sintetizador va marcado el beat obsesivo (al igual que una discreta batería), mientras la guitarra distorsionada corta de vez en cuando el mood original. Al término de todas las actividades sonoras, Young, Fuller y Barrow compartieron sonrisas y la satisfacción de dar por finiquitado un gran concierto.
Y el aplauso, en todo el C3 Stage, más que de emoción, fue de agradecimiento por tan suculento viaje hipnótico.