*Tras siete años de ausencia, la banda tapatía convocó a 25 mil asistentes en el Estadio 3 de Marzo como parte de su gira México lindo y querido
Hace 25 años pude colarme en la Plaza de Toros Nuevo Progreso para atestiguar la presentación de Sueños líquidos, el quinto álbum de estudio de Maná, en el que confirmaban su estilo tan característico que marca y hace diferencia con el resto de las bandas de rock en español. Yo, apenas estudiando la primaria, y casi ignorando el nivel de convocatoria, de complicidad y el espectáculo que estaba presenciando, quedé perplejo ante semejante demostración; una sonorización alucinante que muy pocas veces he podido volver a repetir.
El sábado, después de un cuarto de siglo, me volvería a encontrar nuevamente con ellos. Si bien pude apreciar la participación de Fher Olvera en la pasada visita que Coldplay hizo en nuestra ciudad, esto sería totalmente diferente. La imagen que tenía guardada quizá se borraría, permanecería intacta a ese primer encuentro que tuve en mi adolescencia o, mejor aún, se superaría.
Ya entrada la noche y con la rapidez para poder acreditarme, mi satisfacción giró en torno al ingreso en el Estadio. Una organización de primera, un escenario que anunciaba gran show y, sobre todo, la convergencia de varias generaciones, acierto que solo algunas bandas pueden presumir.
Una serie de canciones ochenteras, las clásicas olas en las gradas, la excesiva venta de bebidas embriagantes; un aire fresco anunciando la temporada de invierno con el cercano cambio de horario, fungirían como anfitriones para empezar el tan esperado concierto, tras siete años de ausencia en este mismo recinto.
Dieron las 21:30 horas y “Could you be loved”, himno de Bob Marley, subió de volumen e hizo que se apagaran las luces. Un “Ángel de amor” tocó a la puerta para poner a 25 mil personas “De pies a cabeza” y acelerar su pumping al ritmo de “Cómo te deseo”, amalgamando una tercia que sirvió como opening perfecto para encender la euforia en una voz apabullante.
Fher agradece con un tono casual: «Esta noche es muy especial para los ‘Manás’, que somos de casa, de aquí de Guadalajara. Aquí crecimos y aquí nos vamos a morir», encendiendo no solo a los tapatíos, si no a la gente que vino de dentro y fuera de la República Mexicana.
La siguiente flecha fue lanzada a un “Corazón espinado”, tema que popularizaran al lado de su compatriota Carlos Santana y que hizo una dupla ideal con “Labios compartidos”, emblemas de ardor en su máxima expresión.
La responsabilidad social y ecológica no puede faltar y “¿Dónde jugarán los niños?” quedó a la perfección, haciendo un llamado a las autoridades y a la sociedad en general, ante un planeta devastado donde existen más calles y menos árboles.
“Vivir sin aire” y “Bendita tu luz”, odas al amor, se unieron para contrastar con la desairada “Mariposa traicionera” y “Oye, mi amor”, dignas representantes de su extenso repertorio. Alex González es un profeta y se pasa de pistola “Como un perro enloquecido” que se conecta con el grito contestatario de “Me vale”, su bina en la voz para agasajarnos con un jam y un largo solo para cerrar la primera parte del show.
Olvera, Sergio Vallín y Juan Calleros saben complacer a su público y se trasladan a una isla trasera para estar en cercanía con sus fieles y regalarles “Se me olvido otra vez” de Juan Gabriel, y “Te solté la rienda” de José Alfredo Jiménez, momento que aproveché para conseguir cerveza, en espera de que Alex se transportara y así se completara el cuarteto. “Huele a tristeza”, “El reloj cucú”, “Te lloré un río” y “Eres mi religión”, fueron el set que demostró que el show estaba destinado a sus grandes éxitos.
Llegó el momento de regresar a la tarima grande, convirtiéndose esta en el “Muelle de San Blas”, y cerrando la noche con “Clavado en un bar”, misma que pude entonar con la misma efusividad que veinticinco años atrás, pero superando aquella vieja memoria que creí incapaz de modificar.
El encore es obligatorio, y la infaltable “Rayando el sol” deja satisfecho al aglomerado, bajo un cielo lleno de mensajes de amor y paz, haciendo uso de la más alta tecnología, en una noche incomparable.
Por Eduardo Roel.
Galería fotográfica: Andrea Reyes.