*El área de El Campín, al norte del centro de la capital colombiana, acogió a miles de fanáticos del metal para despedir el año con la contundencia y la hermandad que, desde hace años, convocan en Bogotá los sonidos extremos.
Una vez más, la productora Páramo Presenta sorprendió al público colombiano con la celebración de otra gran fiesta luego del Estéreo Picnic, a finales de marzo, y el Cordillera a finales de septiembre. En diciembre el turno fue para el Knotfest, tres años después de su segunda versión en Bogotá. A diferencia de sus primeras ediciones, en esta ocasión el festival no se llevó a cabo en el Hipódromo de los Andes sino en las inmediaciones del Estadio Nemesio Camacho El Campín y el Movistar Arena. Así, el viernes 9 de diciembre, la respuesta del público metalero de Colombia fue colmar los escenarios, como había dado cuenta el cartel de entradas agotadas en la localidad de VIP tan pronto se pusieron a la venta.
Un cartel artístico inmejorable reunió a varias agrupaciones icónicas del metal y algunas que, con sus pocos años, ya se han ganado un lugar en el corazón de los fanáticos del rock duro. La promesa del regreso de Pantera, sin duda alguna, fue el plato fuerte del festival que, junto al cierre con la leyenda Judas Priest, anunciaba una jornada fantástica alrededor de las guitarras rudas y los ritmos acelerados.
Aunque el fin de año musical para Bogotá bien pudo haber terminado con la culminación de Rock al Parque una semana atrás, aún quedaba más para los rockeros capitalinos. Al iniciar la tarde se divisaba cómo, poco a poco y como es costumbre, se reunían en las esquinas pequeños grupos de gente ataviada de cuero y ropa oscura para la ocasión, así, se empezó a llenar el complejo de El Campín.
El Knotfest 2022 inició con las bandas colombianas Templa in Cinere y Acutor, en las tarimas Movistar Arena y Knot Stage. A diferencia de la mayoría de apertura de festivales, en donde la asistencia suele ser baja, para sorpresa de todos en esta ocasión las dos bandas ya contaban con una buena cantidad de público. Por esto mismo, ambas agrupaciones ofrecieron presentaciones a la altura de sus referentes con las que compartían nombre en el cartel.
Luego, la primera banda invitada internacional fue Vended, en la que militan Griffin Taylor, hijo de Corey Taylor, y Simon Crahan, hijo de Shawn ‘Clown’ Crahan, de Slipknot, y demostró que todo su prestigio se lo han ganado a pulso llevando el legado de sus padres a nuevas audiencias que ya los celebran como grandes. Para quienes no los tenían referenciados fueron, sin duda, una de las grandes sorpresas del festival.
Banderas de Latinoamérica y Centroamérica empezaron a avistarse en el lugar como una señal de que la convocatoria sería un éxito al tiempo que el clima era resultaba bondadoso para un público rockero que pareciera espantar la lluvia por donde ronden en días de invierno.
Sepultura marcó la hora más emocionante de la tarde. Miles con su brazo en alto y coreando su nombre recibieron a la banda brasileña. Andreas Kisser en guitarra; Paulo Jr. -el único integrante original- en bajo; Eloy Casagrande en batería y Derrick Green frente al micrófono, ofrecieron un show espléndido y arrasador en el que tocaron varios de sus éxitos, canciones nuevas y los mejores momentos de su discografía, trayendo a la mente del público asistente, de manera indirecta, la importancia de los hermanos Cavalera.
Al mismo tiempo, en la tarima del Movistar Arena, la única representación femenina del festival, la cantante Candace Kucsulai, dejó su poderoso sello personal al frente de su banda, Walls of Jericho. La fusión entre hardcore y trash-metal mejor logrado en las últimas décadas se impuso con contundencia en cada canción, desatando pogos en un público enérgico y entregado que no paró de pedir más.
Cuando empezó a caer la noche, desde California llegaron Suicide Silence. Los ya legendarios del death-core hicieron mover el piso de Bogotá, literalmente tembló la tierra por cuenta de los saltos coordinados del público al ritmo de los riffs de guitarra de Mark Heylmun y la batería de Chris Garza, mientras su voz líder, Hernán Hermida -o Eddie-, se dirigía al público con mensajes en español, animando la jornada, al tiempo que buscaba y aupaba a sus compatriotas venezolanos que se encontraban entre la multitud.
A tan sólo unos metros, una leyenda del hardcore punk brasileño también se encontraba en tarima, Ratos de Porao. El viaje que empezó en 1981 llegó rugiendo a Bogotá en la voz del Gordo, João Francisco Benedan, bastón en mano, y junto a su compañero Jão, en la guitarra, impactaron con un show duro y sin artificios que salía de la raíz misma de la música, dando una lección a nuevas agrupaciones de cómo se debe entregar un concierto, sin necesidad de recurrir a trucos de máquinas o luces.
Un titán también hizo presencia en el Carnaval Oscuro. Venom, la legendaria banda británica precursora del black metal, en cabeza de Conrad Thomas -alias Cronos-, desplegó un show impresionante, acompañado por la luna llena al fondo y una corte entregada al compás de himnos como “Buried Alive” y “Countess Bathory”.
Después, el Carnaval Stage, el segundo en importancia, recibió el metalcore de Trivium. Liderada por Matthew Heafy, con una propuesta distinta dentro de lo que ya había sonado, la banda estadounidense puso a vibrar a los asistentes haciendo un repaso de lo mejor de sus álbumes de estudio y presentando algunos temas nuevos, demostrando por qué tienen una fanaticada fiel y lista a poguear durante todo su show.
Probablemente, a esta altura de la noche, la gente hubiera olvidado todo lo que acababan de ver y estuvieran preparándose para un concierto nuevo, de otra noche, de otro momento, incluso hasta de otro año. Un concierto único. Se podía sentir una emoción y una energía diferente. Se podría decir que cada uno de los presentes asistió únicamente para vivir este acontecimiento.
Un gran telón con el símbolo cubría toda la tarima del Knot Stage mientras los minutos y la ansiedad se acumulaban. De fondo, luces verdes y de frente una explosión que tumbó el telón fue la señal para que Bogotá recibiera con devoción a Phil Anselmo, Rex Brown, Zakk Wylde y Charlie Benante, es decir Pantera resucitada. Tan sólo con “A New Level”, la primera canción de su repertorio en el Knotfest Colombia 2022, el mundo se vino arriba y abajo y arriba de nuevo. La banda está en un nivel escénico superlativo: como frontman, Anselmo guía a placer los hilos del show. El momento cumbre del concierto fue el homenaje a los fundadores de la banda, los hermanos Dimebag Darrell y Vinnie Paul Abbott, ya fallecidos; también la invitación a Sepultura a cantar “Walk” y su versión de“Planet Caravan”, de Black Sabbath. Su público, entregado e incontenible, saltó y coreó cada canción, especialmente con los recuerdos de viejos años que evocaron durante el cierre temas como “Cowboys from Hell” y “Domination/Hollow”.
Así como los más grandes deliraron con el regreso de Pantera, los más jóvenes anhelaban a su banda de la noche en la tarima. Bring Me the Horizon pisó suelo bogotano por primera vez en el Knotfest. Su público aguardó desde tempranas horas seguro de que esta sería la primera de muchas más y lo demostró, ampliamente, acompañando a la banda en cada una de sus canciones, cantando a rabiar de felicidad. Luces, pantallas y sonidos electrónicos fueron parte del show de los británicos que juegan con maestría en el metalcore y el pop, sumándole despliegue físico, moviéndose y saltando con elasticidad. así lo hace Oliver Sykes, cantante y líder del grupo, quien no deja nada a deber con una entrega profunda a sus fans tema tras tema.
El final estuvo a cargo de una vieja y querida conocida de todos. Judas Priest regresó a Colombia para reencontrarse con su amplio público, de diferentes generaciones, demostrando por qué han perdurado y recorrido muchos países durante décadas. Los comandados por Rob Halford dieron un show perfecto en escenografía, luces y, sobre todo, música. Con sus clásicos atuendos, se apoderaron de la noche bogotana. Es bien sabido que el heavy metal tiene un lugar especial en el corazón de los rockeros colombianos, por no decir latinoamericanos, que crecieron escuchando clásicos como “Breaking The Law” o “Electric Eye” y que, esta vez, sonrieron y cantaron al escucharla durante un cierre especial.
El Knotfest Colombia 2022 demostró, una vez más, que el rock duro está más vigente que nunca; que sus diferentes vertientes nos regalan nuevos clásicos; que, junto a los viejos, queremos volver cantar una y mil veces y que la reunión de metal, Knotfest y Bogotá creó un lugar de amigos, respeto y alegría.
Como en cada experiencia hubo cosas por mejorar, empezando por algunos problemas técnicos en el sonido para unas bandas o más facilidades para la gente en las localidades de general. Pero a destacar la organización en los ingresos, que cada vez son más agiles. También un punto alto la puntualidad en las presentaciones que siempre se agradece, al igual que la facilidad de un lugar céntrico para llegar y regresar a casa de manera rápida, el complejo El Campín cumplió perfectamente.
Y el comportamiento de los asistentes que no pudo ser mejor.
En el horizonte quedaba la expectativa de un nuevo festival que ya es una realidad, mientras los metaleros se despedían del Knotfest, a la salida, se escuchaban rumores alegres que imaginan un estadio El Campín repleto el próximo sábado 15 de abril cuando se enciendan los amplificadores en el anhelado Monsters of Rock.
Texto y fotos: Andres Wolf.