Texto: DAVID MELÉNDEZ
Que la piedra la tire cualquiera; total, Gabriel Orozco es el artistas mexicano más cotizado y valorado del mercado internacional del arte.
Lo curioso es que es también es el más denostado y criticado. Basta con preguntarles a críticos como Avelina Lésper y a Holland Cotter de The New York Times, que han dicho pestes o criticado su evolución hacie el artista convencional y conformista que se alejó por completo de sus inicios altamente rebeldes y transgresores.
Bien sabemos que Orozco ha tirado una bola de plastilina a la calle y es arte. Por su parte, Francis Alÿs ha creado «juguetes» formados por piezas magnéticas para que se les vayan «pegando» fragmentos de la vida cotidiana, y también es arte. Aunque la diatriba de aceptar o no al arte contemporáneo como tal es hora que no acaba, Orozco vino a la FIL a ser él mismo y presentar su libro Textos sobre la obra de Gabriel Orozco. Edición Ampliada (1993-2013) de CONACULTA/Tuner. También, a pasear su leyenda y dejar en claro, que será difícil que un artista actual mexicano lo sobrepase con artera facilidad. Su obra se ha vuelto mítica y está en las mejores galerías y colecciones privadas del mundo.
Pues, bien, este libro contiene más de 30 textos escritos sobre la vida y obra de Orozco (ensayos instrospectivos, charlas de sobremesa, conferencias, apuntes biográficos y descripción y evaluación detallada de sus obras) y cuenta con un prólogo de María Minera, crítica mexicana de artes visuales y que también estuvo presente durante la charla de presentación, además del poeta también mexicano Julio Trujillo.
Durante el intercambio de ideas, Orozco puntualizó que él se levanta todas las mañanas con las ganas «de estar al principio, de usar materiales nuevos y de cambiar de situación«, para mantener viva la chispa de la creación y ser un artista que va caminando con los tiempos.
«¿Qué puedo hacer para cambiar mi arte?» es, de hecho, una de las preguntas capitales en su vida diaria y, además, sabe perfectamente que «uno inventa al público conforme inventas algo nuevo«. Además, dijo que «el 80 por ciento de los Picassos son horribles«, mas esta crítica quizá severa tiene un trasfondo más hondo y Orozco la señaló a la perfección, con eso de «cosas que son muy feas construyen códigos de lenguaje que son muy bellos«.
Así que Gabriel Orozco prosigue en su camino de construir un lenguaje que corte las líneas establecidas de tajo y genere otras nuevas para las futuras generaciones.