Texto por Marisol Huerta Landa
La inauguración del Festival Internacional de Cine en Guadalajara en su edición número 30 (FICG30) presentó la película Io e te (Yo y tú) abriéndole las puertas al país invitado de esta edición, Italia. La gala como cada año contó con su reconocida premiación a grandes personalidades entregando Mayahuel de Plata al cineasta mexicano Jaime Humberto Hermosillo por su trayectoria nacional; a la actriz Isela Vega por su gran desempeño actoral en el cine de este país y por supuesto a Bernardo Bertolucci quién recibió el Mayahuel Internacional por sus grandes aportaciones a la cinematografía mundial.
Bertolucci es un veterano director reconocido en su país por su filmografía en los que se encuentran largometrajes como: La commare secca (1962), Ultimo tango a Parigi (1972), Novecento(1976), The Last Emperor (1987), Little Buddha (1993). Io e te fue la última película que dirigió este señor en 2012 la cual trata de un joven llamado Lorenzo, un adolescente de catorce años que no tiene buena relación con sus padres y decide mentirles diciéndoles que se va a esquiar a una estación con unos amigos, para en realidad pasar esos días en el sótano abandonado del propio domicilio familiar, allí planea vivir en compañía de sus libros de ciencia ficción. Por una semana entera decide enfrentar todos sus conflictos y presionarse para ser un adolescente “normal”. Pero la inesperada visita de su media hermana Olivia lo cambia todo.
Mónica Duarte y Roberto Fiesco fueron los presentadores de la celebración quiénes hicieron la noche más amena entre el público además de contar con la presencia del Rector de la Universidad de Guadalajara, el Mtro. Itzcóatl Tonatiuh Bravo Padilla, y Alessandro Busacca, Embajador de Italia en México, quiénes estuvieron agradecidos con la asistencia tanto de medios como de personas físicas en el auditorio.
Radaid fue el grupo encargado de animar la noche y poner ambiente al público con su peculiar mezcla de sonidos regionales de diferentes países, hizo que los presentes bailaran y aplaudieran al ritmo de sus percusiones sin olvidar los halagos que se escuchaban cuando el violín sonada más alto.
Fotos de Ricardo Mariscal