Texto: DAVID MELÉNDEZ
La expectación es la madre de todas las emociones.
Y dentro de la décima edición del Rock X La Vida, hubo todos los extremos posibles, desde decepción y hartazgo por el inclemente sol que tatemó todo el tegumento de los asistentes, hasta la palpable exaltación de otro segmento de los presentes que colmaron cada centímetro cuadrado del Paseo Trasloma para presenciar como si fuera ceremonia mística el directo de Caifanes o el “extraño” set de Azul Violeta dedicado enteramente a Led Zeppelin como si todos estuviéramos en un gran bar al aire libre para disfrutar de la banda de covers de la noche. Banda que, por cierto, podría llamarse Ugo Rodríguez y Los Detesto y nadie habría notado la diferencia.
Después de las 13:00 horas y con una soledad imperante en materia de público contabilizado incluso en decenas, arrancó el Rock X La Vida con esa tranquilidad característica que los tapatíos le han dado a su estilo de vida, gracias a su recurrente manía de “vivir” los festivales solamente cuando los headliners están en turno. Así que no se necesitaba ser Nostradamus para predecir y aseverar que a las seis de la tarde en la puerta principal de acceso, la fila sería interminable y el cagadero lúdico de esperar y esperar sin avanzar sería la tónica a vivir. Lo cual volvió a suceder al pie de la letra, con más de 600 personas formadas una tras otra y quejándose agriamente a través de las redes sociales que esperaron más de 100 minutos para ingresar. La lógica es mundana y simple en exceso: si llegas temprano, no hay problemas de ninguna índole; si llegas tarde, sufres a mansalva. Es increíble que los tapatíos se jacten de ser melómanos de hueso colorado y, simplemente, a todo lleguen tarde por culpa de la precopa, el tráfico, el trabajo y un sinfín de pormenores que da infinita flojera escribirlos y volverlos a repetir. Y como a la mayoría de los asistentes a un festival siempre aman llegar tarde (hasta parece que se ponen de acuerdo), los cuellos de botella a la hora de cruzar la susodicha entrada, son el calvario de su existencia, mismo que ellos provocan por su falta de pericia para planear el festival perfecto.
Ahora bien, las primeras bandas sobre el Escenario Jalisco-ULM-Intolerancia cumplieron su trabajo con gracia y tesón ante el vacío descomunal del Parque Trasloma. Tanto Zapata Jones como Remmy (con Wuicho, vocalista de No Tiene La Vaca, como invitado sorpresa en un momento de su presentación), pusieron las primeras notas eléctricas de la jornada.
Ahora bien, en el Escenario Indio pintaron mejor las cosas tras la presentación de Demoníaco Caín y justo cuando la estamina sonora de Hop Hop Diablo Funk escurría por los tímpanos, este combo tapatío prendió los primeros ánimos (además de inaugurar el slam) de los primeros cientos de personas ya presentes pocos minutos antes de las 14:00 horas y que ya comenzaban a darle forma a la futura masa de más de 26 mil personas que se congregaría en honor a los diez años del Rock X La Vida.
Tras lo cual, llegamos a Dolphant, que merece atención aparte y que a las 14:20 presentó esa propuesta justa, sincera, llena de arpegios melancólicos y de post rock que maceran y amilanan los oídos con una salvedad que da pavor. Siguen creciendo como banda, con esa truculencia teatral de su vocalista Óscar Maharba, que tanto se agradece al verlo gesticular y dar aspavientos para impregnarle vida extra a sus canciones con ese histrionismo tan peculiar y personal. Ellos también tuvieron un invitado: Luis de Baltazar que le dio un reflejo peculiar con su voz al tema “Vapor”. De Guadalajara, son una de las mejores bandas actuales que generan placer para verlos en vivo y muchos escuchas esperan con ansias que exploten en todo lo ancho por doquier.
Después, Seis Pistos fueron los segundos en provocar el slam pero ya en proporciones un tanto épicas abajo del Escenario Indio, mientras los defeños de Orka hacían lo propio en el otro extremo. Mas las cosas se pusieron peliagudas con la llegada de El Personal porque, hay que admitirlo, poseen canciones atemporales y que se colaron como por arte de magia al gajo de la historia. Pero eso fue por venia y gracia del extinto Julio Haro, diga lo que diga el único sobreviviente de la alineación original (los nombres no valen cuando se tienen un blanco inconfundible) y que solamente se ha encargado de endiosar su disque presencia física por medio de un catálogo que solamente le pertenece en una pequeñísima parte —casi insignificante, para ser exactos— y que no es nada justo que haga uso a estas alturas del partido (máxime con su discurso endiosado y escudado en eso de yo-soy-parte-de-El-Personal-original) como si él fuera el único pelotero en los cinco continentes que pueda provocar un strike. Todo un gusto escuchar a su vocalista actual, Leo, agradecer a los cuatro vientos a Julio Haro y darle su justo lugar en estos momentos en que su memoria se encuentra más diluida y puesta a macerar en el olvido. Por otro lado y como viene siendo costumbre, es un gusto capital que miles de personas canten “La Tapatía” y “Nosotros somos los marranos”. Eso quería Julio postrado al final de su vida en una solitaria cama, pero advirtiendo que “otros” se robarían su legado. Gajes del oficio.
Para las 15:30 horas, se contó con la presencia de una de las gratas sorpresas del festival recién desempacadas de Colombia: Schutmaat Trio. A pesar de que su directo fue seguido por contados espectadores, sorprendieron a todos aquellos que les prestaron su oído. Su ataque sonoro (todos querían estar del lado de El Personal), con tinieblas alternativas e introspecciones fantasmales de rock intrínseco de este cuarteto, puso la nota álgida a media tarde.
De las 16:00 horas en adelante, el Rock X La Vida se vivió como el festival de tumultos, filas, polvo y calor —que es su aspecto más básico—, y férreo, gustoso, arrebatado y eufórico —dentro del espectro más entrañable. Ahí desfilaron Machingón (increíble el cariño y poder que tienen de sus fanáticos y que prendieron el slam a punto volcánico, más ese plus de invitar al vocalista de El Gran Silencio al escenario), los chilenos de Villa Cariño (con su distintiva cumbia sencilla, frágil pero altamente guapachosa y que levantó nubes de tierra de tanto baile), Milo, Mel y Mayel (el proyecto de Tito Puentes de Molotov que fue ignorado con ahínco por la multitud, gracias a su mazacote rock sin ningún garfio para aferrarse al criterio y que resulta soporífero con gallardía), Golden Ganga (con la presencia de Gallero, vocalista de Thell Barrio, y demostrando que en casa son favoritos, inolvidables y queridos por sobre todas las cosas) y Doctor Krápula, exportados desde Bogotá que también supo infectar a los tapatíos su rock duro de pavimento rugoso.
Y aquí, cuando el reloj arribó a las 19:00 horas, las cosas se volvieron cruentas para muchas y fiesteras para la mayoría. Mientras las colas para pedir una cerveza doble eran eternas, en el Escenario Jalisco-ULM-Intolerancia las vicisitudes se pusieron memorables con los defeños Kill Aniston y Diamante Eléctrico. Por un lado, si los primeros ya traen un empuje rock de cotas casi frenéticas, el trío colombiano que ha generado tantas expectativas dentro del segmento del rock alternativo, no defraudó a nadie con ese sonido crudo, explosivamente crudo, que hizo retumbar las entrañas con inusitada potencia.
De regreso al Escenario Indio, Azul Violeta hizo su happening de covers (llamémosle “tributo” para que no haya conflictos con terceros) y enseguida Rostros Ocultos vino para recordarle a todos los presentes que canciones como “Abre tu corazón” y “El último adiós” son el outfit básico de todo buen adulto contemporáneo y de esos nuevos melómanos jóvenes que saben que en los años 80’s también hubo caramelos macizos de pop rock que saltaron décadas y siguen (misteriosamente) vivos en pleno 2016. Lo memorable durante la presencia de Cala y compañía, fue esa pipa que de pronto soltó agua a mansalva a uno de los lados del Escenario Indio por medio de una manguera verde para refrescar y bañar a cientos, en un instante por demás memorable que hizo que la tierra se volviera fango y los “quemados” por el incansable sol sintieran la gloria en despoblado bajo esta bendita regadera.
Antes del coletazo final, Jaffo y Chemín pusieron la nota crepuscular con reggae bifurcado en notas claras y tranquilas porque, hay que ser sinceros, la presencia maestra de A Band Of Bitches fue la fiesta para hacer olvidar todos los males acumulados durante la tarde. Basta el ejemplo de “Noreste caliente”, la bomba por excelencia para descabezar corduras. Inolvidable la masa de miles de personas saltando sin freno ni mañana.
Y, bueno, a Caifanes no es posible reprocharles demasiadas cosas. Poseen un catálogo impoluto, blindado contra el olvido y que parece crecer con el paso de los años. Propios y extraños, colegas de ellos y músicos de otras fronteras tienen la letra de “Viento” grabada en su córtex cerebral, donde cada estrofa, riff y redoble es prácticamente repetido en la vida real. Claro, el único lado que cojea de forma atroz, es la ausencia de la guitarra de Alejandro Marcovich. Sí, que esté Rodrigo Baills intentado replicar las notas y astucia melódica en guitarra de Marcovich es loable, pero muchos temas sufren esa carencia con una obviedad que incluso genera miedo. “Afuera” y “Cuéntame tu vida” exhiben un lado desastrozo por culpa de unas seis cuerdas que se muestran repulsivas y execrables, mientras que cortes como “Nubes” o “Los dioses ocultos” brillan pero por culpa de Diego Herrera que se explaya y cada vez acopla mejor al formato en vivo, algo que en mejor momento de Caifanes durante los años 90’s no sucedió ni en sueños. Como era de esperarse, todo fue cantos a desgarro, lágrimas obvias y un directo de Caifanes que se quedó como el mejor cierre de la décima edición del Rock X La Vida.
Por último, hablar de que Outernational se pusiera a tocar en el escenario más pequeño como “cierre” extra del festival (después de Caifanes, tras el cansancio acumulado), está de más. No es justo que se les relegue de esa forma justo cuando ya nadie quiere quedarse y la masa desea irse a sus casas. Caifanes es el non plus ultra y, tras terminar su set, nadie en su sano juicio quisiera quedarse, a menos que fuera Pixies, Depeche Mode o los pusilánimes de Coldplay.
En fin, son otros gajes del oficio de un festival que da tumbos, que ofrece alegrías y que debe ajustar más engranes para evitar tanto golpe bajo por parte ahora de las redes sociales y el criterio afinado de las nuevas generaciones que pueden opinar de todo.
Más fotos:
Rock X La Vida Diez – Parque Trasloma – 2016 –
Más fotos: http://goo.gl/x5om4k#Guadalajara – #Caifanes, ROSTROS…
Posted by Nine Fiction on martes, 7 de junio de 2016
Vídeo
Uno de los detalles que más agradeció el público presente en el Escenario Indio durante la presentación de ROSTROS OCULTOS (más específicamente cuando entonaban su canción «Abre tu corazón»), para la décima edición del «Rock X La Vida», fue el inmenso chorro de agua que salió de una gran manguera verde conectada a una pipa, para refrescar, mojar y emocionar a cientos de personas.
Como siempre, el infalible Salvador Tabares (Photographer) se las ingenió para atrapar en #video esta curiosa postal visual.
#GDL #RocXLaVida10 #Agua
Posted by Nine Fiction on martes, 7 de junio de 2016