Texto y Fotografía: DAVID MELÉNDEZ
Quizá Jaime López sea una cosmogonía única en su tipo y no nos hayamos dado cuenta gracias al embrujo de su música.
Tal vez, incluso, el autor de «Corazón de silicón» posea la raigambre más palpable de los compositores que unen letra y música con esencia de entraña pura y nosotros, bien campantes, hayamos pasado por alto semejante aseveración. Aún así, su nombre está en la historia del rock mexicano de forma indisoluble; vaya, podría componer cualquier canción y muchos seres humanos sonreirían en señal de gozo. Ni se diga de aquellos que morirían por escuchar una nueva melodía del maestro López.
Mas el oriundo de Matamoros, ha cantando con gallardía eso de «una mujer con la mirada perdida en 1940», aquello de «día a día van cayendo por el viejo parque» y esto otro de «ay, amor, ¿qué más da si los sueños, sueños son?», sin jamás claudicar ante nada ni nadie y que ha entrado y salido de todos los géneros (rock, blues, salsa urbana y hasta cumbia erudita para alumbrar noches de juerga) como el mejor de los escapistas. Y, claro, su «Chilanga banda» seguirá por los siglos de los siglos «transando de arriba abajo» y no como la presidenciable Margarita Zavala que asevera actualmente que «trance» es una conjugación del muy mexicano verbo «transar».
Aunque él pretendía ser el de «atrás» en un principio (sí, leyeron bien: Jaime López escondido detrás de todos los músicos de una banda), terminó tocando muy de frente y ahora a Guadalajara llega solo, solitario, empuñando tan sólo una guitarra de doce cuerdas y listo para ofrecer un concierto histórico donde, según palabras suyas bien entonadas, interpretará «las canciones que se me acomodan más en esta etapa de mi vida como intérprete«. Pero antes de que Jaime nos haga cantar cualquier tema suyo como posesos, tuvimos la bendita oportunidad de echar plática con él, un día antes de su presentación dentro del ciclo Miércoles Alternativo que se desarrolla en las instalaciones del Teatro Vivian Blumenthal…
De entrada, Jaime, este concierto ha generado mucha expectativa porque vienes en solitario, con ese formato con el cual quizá te sientas a componer tus canciones en la soledad, donde tan sólo están tú y tu guitarra. ¿Cuál va a ser la dinámica de tu directo y si rescatarás temas poco conocidos o experimentarás con los ya consagrados?
Al inicio de tu pregunta hablabas de algo que parecería extraño pero que a mí se me da naturalmente: tocar solo. Eso de hacer canciones es un acto no sólo solitario sino casi insociable. Entonces, cuando ya tienes que dar la cara por las canciones que uno escribe a veces debes procurar ser sociable. A mí sí me hubiera gustado en un principio ser el que hacía las canciones y acompañar. Punto. Pero siempre he pensado en intérpretes cuando hago mis canciones. Y curiosamente siempre pienso en mujeres (risas) en cuestión de intérpretes y curiosamente siempre se ha dado que son mujeres intérpretes las que se han interesado en canciones mías. Pero cuando llevas mucho tiempo en esto y algunos o algunas pasan «a mejor vida», o sea, se vuelven millonarios, licenciados, doctores o abogadas, y tú sigues en lo de «encontrar bailazo» como diría El Piporro, resulta entonces que algunas intérpretes ya no andan en este rollo y, a veces, o te quedas agarrado de la brocha o simplemente ora sí le bailas al son que te pongan o como el cuerpo responda. Todo eso a final de cuentas y con el paso del tiempo, lleva a esa frase de que lo que no te mata te hace un poco más fuerte. Y de un tiempo para acá he estado de invitado en algunas agrupaciones pero casi siempre se me da estar solo. Lo que voy a hacer en el Teatro Vivian Blumenthal es, simplemente, canciones seleccionados no tanto por antigüedad sino las que más han resistido. Y también las que se me acomodan más en esta etapa de mi vida como intérprete. Con las que me he quedado en el punto de referencia que es el presente.
Supongo que al verte en solitario, tu público comienza a pedirte infinidad de canciones que ya no tocas por diversas razones y se vuelve una curiosa encrucijada estar sobre el escenario.
Mira, cuando hago un grupo que va más hacia el rock, es curioso, cierta parte del público me dice «¿y las tropicales?» O, por ejemplo, me voy más a las tropicales y ya gritan «¿y las de rock, qué?» O hago de rock y tropicales y te dicen «¿por qué no algo solo?» Ese es el rollo y el problema: quedas mal con Dios y con el Diablo muchas veces (risas). Tocar solo exige de mucha energía. Al tocar con grupos armados siento que es muy fácil ya sea cantando o estando simplemente atrás. Por otro lado, en los lugares grandes me siento tranquilo y en los chicos necesitas mucha concentración. A final de cuentas creo que esto último es lo que más se me ha dado, los espacios pequeños. Aunque ya sería el colmo que llegara al stand-up comedy pero para allá voy (risas).
Da la impresión entonces que sobre los escenarios pequeños todo puede pasar e incluso ser como la zona de pruebas idónea para estrenar o pulir material inédito
Sí, ahí pruebo algunas canciones que son inéditas, que no las he grabado. Otras, hasta están en construcción (risas) y el ejemplo de esto por muchos años fue «Tres metros bajo tierra», que ahora ya es una canción hecha y derecha, pero me llevó mucho tiempo hacerla. Algunas salen desde el principio bien y no hay mucho por moverles, están a la altura y son canciones que me siguen retando, no las toco porque, con comillas o sin comillas, sean «hits». Por ejemplo, «Corazón de cacto» o «A la orilla de la carretera» me retan. No hago trucos con mi voz. Porque si no estoy a la altura de esas canciones no las voy a interpretar. Algunas exigen afinaciones alternativas en guitarra pero eso es por el carácter de la canción. Por otro lado y es curioso, todavía sigo pensando eso de «¿cómo fue que la guitarra me jaló?» Yo pensaba tocar el acordeón, por ejemplo, porque la guitarra es un instrumento muy difícil, casi como domar un potro bruto. A la mejor se da esa emoción por el vaquero que no fui (risas). La guitarra es demasiado humana, las cuerdas son literalmente tripas, entonces siempre estás en «uh, no se vaya a romper» por demasiado feeling o porque le falte feeling metafóricamente hablando y como decía alguna vez más El Piporro, «en sentido Figaredo». Al final fue cómo domarme a mí mismo con una guitarra.
¿Existe alguna canción que en este momento quieras rescatar en específico del olvido, la traigas en mente y no se deje desempolvar?
Sí, son una gran mayoría. A veces pienso que lo que he publicado o lo que he grabado es la punta del iceberg, porque hay un montón de canciones que sólo conoce un público muy reducido y pertenecen a una época. Lo peor de todo es cuando me van a escuchar personas «de la tercera edad» y me pide una canción en especial y están chinga y jode porque saben que ya no me acuerdo, y lo hacen por las ganas de sólo chingar y están chingue y jode. Bueno, mi voz con el tiempo se ha ido nivelando, alcanzando más hacia los bajos pero si puedo con algunos agudos en cierto tipo de condiciones. Por ejemplo, «1940» que es la rola con la que abrí el primer disco que hice como solista Primera Calle De La Soledad (1985). De esa siempre me gustó toda la secuencia tal; o sea, hay cosas que puedes transportar a otros tonos pero esa canción es intransportable, me gustan los relativos de Re en los que está esa canción, pero la melodía difícilmente la llego. Ahí sí podría hacer trucos. A lo mejor con el tiempo lo haré, de bajar un tono la guitarra. Por ejemplo, hace poco me invitaron a un homenaje a Leonard Cohen y hay esta canción que se llama «Take this waltz» y yo le hice un arreglo. Es una canción muy difícil porque el rango de Cohen es barítono y yo más bien soy un tenor ligerón (risas). Ahí sí hice el truco de bajar un tono la guitarra. Después de eso dije que ya se acercaba el momento de que cierto tipo de canciones mías sí ameritan el rescate y tendré que hacer ese tipo de adecuaciones.
Entonces, ¿qué son las susodichas canciones: Memoria, trabajo arduo o inspiración pasajera?
Siempre he dicho que las canciones son materia viva y sí, hay que abordarlas con todo lo vivo que te planteen en determinada época. Hay rolas con las que sí te casas con su secuencia armónica. Ahí uno descubre de nuevo el duelo del sociable y el insociable, el dramaturgo y el intérprete. A veces no puedes ser tan buen director y colocarte al centro de las cosas. Y las canciones poseen una memoria corporal. Yo, por ejemplo, a veces digo de broma con algunos colegas «sí, sí, la letra es eso que le estorba a la música». A veces pongo los dedos sobre la guitarra y son los mismos dedos los que me llevan a recordar secuencias de melodías olvidadas. Y también eso me hace recordar letras. Cuando letra y música sí están realmente mezcladas, cohesionadas, tu memoria física sí puede entrar al rescate.
¿El proceso de acercarte para crear una canción ha cambiado o mutado con el tiempo o sigue siendo ese suceso extraño, casi mágico, que surge en la soledad de un espacio vacío con mucho trabajo o el siempre mágico apoyo de las musas?
Cada canción es un método aunque padezca de los mismo lugares comunes; por ejemplo, letra y música. He experimentando estas sensaciones. La primera vez que hice una canción fue sexual, erectiva, y eso de alguna manera está, de hecho, lo que pasa es que a veces no se manifiesta de una manera brutalmente adolescente. Sigo creyendo que cuando tú tienes trabajadas las cosas, tú mismo puedes provocar la inspiración. Mucha gente dice «90 por ciento es trabajo, 10 por ciento inspiración». Si has trabajado mucho, yo prefiero 90 de inspiración y esos 10 de trabajo te van a funcionar. Claro, sí has trabajado o vivido, por ejemplo, relaciones muy intensas ya sea íntimas como públicas. Para mí la política es la pasión que puedas tener por tu trabajo y llevarla más allá de ti mismo a pesar de que ciertos medios te lo impidan, y no sólo son a veces los medios de comunicación masiva, sino otros medios que te impiden un crecimiento o sólo te permiten hacerlo hasta cierto nivel, en esta muchas veces realidad bonsái (risas).
¿Te ha asaltado, por así decirlo, la inspiración?
¡Claro que te puede asaltar la inspiración! A mí una vez me agarró en un camión donde venía hacia Guadalajara y ¡pum!, ahí me tienes memorizando toda la noche. Fíjate: la memoria nada más como instrumento musical. A veces también cuando vas caminando y yo tenía un método antes donde le hablaba a mis cuates a su contestadora y les decía «no borres esto» y luego ya iba y me autofusilaba (risas). «Chilanga banda» surgió caminando. Luego agarras una guitarra, das un zarpazo y dices «aquí hay algo». Así salió de un tirón, letra y música, la dejé reposar y al día siguiente sentía yo que necesitaba que la canción se fuera a una cosa B, digamos; teóricamente sabía hacia dónde iba pero me preguntaba «¿qué es?» Entonces pongo las manotas y sale una inspiración que me lleva a otra secuencia y se dispara la canción. Si no estás en el área no va a haber gol pero igual la fallas, ¿no?. Creo en las musas, lo que pasa es que a veces te distraen para una cosa, y ya luego no te dejan nada más que una canción.